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Editorial: Y ahora... el Niño

Editorial
Sin ánimo alarmista, pero consultando la realidad, el país debe prepararse ahora para una fuerte temporada de verano y de temperaturas altas, resultado del fenómeno del Niño, que eleva el nivel de los termómetros en aguas del Pacífico y trae como consecuencia una disminución de las precipitaciones en el continente, lo cual genera estragos ya conocidos por los colombianos, como sequías, olas de calor, incendios forestales y mayor vulnerabilidad a las enfermedades.
Las autoridades meteorológicas ya lo advirtieron: existe una probabilidad del 65 por ciento de que el Niño haga de las suyas en el país, particularmente en el sur, el occidente y el centro.
Pero, sin duda, la más seria amenaza que se cierne sobre Colombia es el efecto que este fenómeno, fruto del cambio climático, trae para las fuentes abastecedoras de agua, como ríos y quebradas y las captaciones que se generan en parques naturales. Por ello, lo que se haga o deje de hacer en estas zonas resulta crucial en momentos como los que nos aprestamos a vivir.
Aún sin que el Niño se haya manifestado en toda su intensidad, el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) viene advirtiendo desde hace varias semanas sobre la baja de los niveles de los ríos en las regiones andina, pacífica y caribe. De hecho, se mantiene en alerta naranja la cuenca media del Magdalena, en donde ya hay lugares con limitaciones para la navegación.
Otras consecuencias empiezan a ser evidentes en las ciudades. Cali, la capital del Valle, experimenta cortes prolongados de agua en más de un centenar de barrios. Explican sus autoridades que ello se debe a reparaciones en la estructura física del acueducto para mejorar el monitoreo de la cantidad y calidad del líquido.
Pero, para el Instituto de Investigación y Desarrollo en Abastecimiento de Agua (Cinara), de la Universidad del Valle, hay otra razón. La deforestación de las cuencas de los ríos que desembocan en el Cauca está generando elevados niveles de turbiedad en el agua (9.000 unidades de las 3.000 permitidas), lo que hace más difícil su tratamiento para el consumo humano. La situación podría empeorar con la temporada seca que se avecina, pues, como bien lo explican los expertos, cuanto menor oferta hídrica exista, mayor será la carga contaminante de las aguas para tratar.
Por eso, conviene encender todas las alertas ante el fenómeno del Niño. Y el primer llamado de atención es a preservar y hacer buen uso de las fuentes hídricas, a fin de garantizar su acceso tanto a las personas como a las actividades agrícolas y pecuarias. No hacerlo podría ser la diferencia entre tener agua o padecer racionamientos.
El segundo llamado, que lo ha recordado recientemente el Ideam, es a las empresas y operadores de los acueductos urbanos y rurales para que mantengan vigilados los niveles de abastecimiento y las posibles afectaciones de los embalses generadores de energía.
Finalmente, vale hacer uno más a las corporaciones autónomas regionales (CAR), que siguen en deuda tras la precariedad de sus acciones en las pasadas emergencias invernales. ¿Dónde están los planes de contingencia, las advertencias, los planes de ordenamiento de cuencas ante la inminencia del Niño?
Es verdad que el hombre sigue siendo vulnerable a los mandamientos de la naturaleza, pero no lo es menos que las acciones que la humanidad ejerce contra ella contribuyen a que sus caprichos se manifiesten en forma implacable. O si no, que lo digan los colombianos, que en los últimos años pagaron un alto precio a consecuencia de la tragedia invernal que dejó la Niña. Y difícilmente están dispuestos a pagar un costo similar.
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