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Editorial: Zika y embarazo

En fetos, este virus puede causar microcefalia y otras malformaciones. Su atención es prioritaria.

EDITORIAL
Bien hizo el Ministerio de Salud al difundir de manera inmediata la alerta emitida por la Organización Panamericana de la Salud sobre el riesgo especial que tienen los embarazos expuestos al virus del zika de causar microcefalia, daño neurológico y otras malformaciones en los niños en gestación, y definir acciones específicas para enfrentar estos episodios. Este es un hecho que amerita atención.
Considerar como embarazos de alto riesgo a quienes se encuentren en esta condición y dejar su atención en equipos interdisciplinarios de alto nivel es una medida concreta, frente a la cual no cabe ningún tipo de excusa. Si bien, hasta ahora, solo se han confirmado 14 casos y hay más de doscientos sospechosos, no hay que olvidar que el virus ya hace presencia en 159 municipios de los 951 en los que habita el mosco Aedes aegypti, que lo trasmite, por lo que la cifra de afectadas puede multiplicarse en poco tiempo.
Valga decir que este tipo de epidemias en expansión son las que ponen a prueba la efectividad de los planes de salud pública y de las autoridades para llevarlos a la práctica. Y en el caso del zika –que se encuentra en el país desde hace seis meses–, la responsabilidad de las entidades regionales y locales es inapelable.
De hecho, todos los elementos de salubridad básica, como la eliminación de criaderos de larvas del zancudo, las fumigaciones, la disponibilidad de anjeos y mosquiteros, además de la atención de baja complejidad y las campañas educativas pertinentes, son tareas de las alcaldías y las gobernaciones en las que, desafortunadamente, se evidencian grandes grietas y en no pocos casos una inoperancia absoluta.
Ya es hora de tomar en serio estas responsabilidades. Las nuevas autoridades locales y departamentales deben priorizar, a través de sus secretarías de salud, la materialización de las recomendaciones hechas por el Ministerio para atenuar este riesgo que se mide en nacidos muertos o con discapacidad severa. Aquí las improvisaciones no caben, tampoco el silencio de los entes de control.
editorial@eltiempo.com
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