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Un duelo que es de todos

El año pasado fueron asesinados aquí 715 menores. Hay que reaccionar.

Editorial .
El país vuelve a estremecerse y avergonzarse, pues otra niña, de solo 10 años, quien dormía junto a su hermano, de 6, fue asesinada en extrañas circunstancias en Santa Marta, en la madrugada del domingo pasado.
Ante este horror, es inevitable preguntarse cómo han surgido en esta sociedad unos monstruos sin una pisca de humanidad, capaces de aprovechar la indefensión y la soledad para acribillar a una niña de numerosas puñaladas, con una sevicia que parece obra del demonio. Los padres los habían dejado solos, según manifestaron, durante unos 40 minutos en su casa en el barrio Zarabanda, mientras iban a buscar una pizza.
Lo que sigue es tan dramático como incomprensible. Con un sospechoso detenido, Gilberto Luna Parra, de 45 años, a quien la policía le halló prendas con sangre y objetos que lo vinculan con el crimen, pero cuya familia lo defiende, en especial su esposa. Alegan que estaba con ella y no pudo ser el autor; que estuvo en la escena del crimen en un acto de solidaridad. Y para darle ese tinte de Agatha Christie, Parra amaneció muerto este martes en los calabozos de la Fiscalía en donde estaba recluido. Al parecer se suicidó.

Que no quede apenas en otro caso mediático ni en esas estadísticas dolorosas que nos ubican como un país de los que más atropellan y matan a sus niños.

El caso de esta niña es otro duelo de todos y tiene que haber claridad y justicia prontas. Que no quede apenas en otro caso mediático ni en esas estadísticas dolorosas que nos ubican como un país de los que más atropellan y matan a sus niños. Según el último informe de Save the Children, ocupamos el penoso tercer puesto entre 175 naciones. Cómo no, si el año pasado fueron asesinados aquí 715 menores; cómo no –qué desgracia–, si cifras del ICBF indican que en el primer trimestre de este año se registraron 2.855 casos de abuso sexual infantil y cada día, en promedio, hay 66 casos de violencia contra los niños. Toda una aberración.
Hay que reaccionar. La barbarie que hemos sufrido por años no puede habernos quitado la capacidad de indignación. Si no somos capaces de proteger a los niños, vamos hacia el abismo como sociedad.
editorial@eltiempo.com
Editorial .
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