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Charlie Hebdo: un año del horror

A un año del atentado, la lucha de la publicación sigue siendo en nombre de la libertad de expresión

EDITORIAL
Un hombre lee la más reciente edición de 'Charlie Hebdo', en la que se conmemora un año de la masacre en las instalaciones del periódico. "El asesino aún anda suelto", se lee en la portada. Foto: Eric Gaillard /REUTERS / 06-01-2016
Hace un año, el miércoles 7 de enero del 2015, dos fundamentalistas encapuchados asesinaron a doce miembros del semanario satírico Charlie Hebdo con el pretexto infame –pues en los países democráticos la ley contempla un camino para aquellos que se declaren ofendidos– de las caricaturas insultantes de Mahoma y el islam que se habían publicado en la revista. Sigue siendo una noticia devastadora. Aún recuerda, con las imágenes de las masacres del Estado Islámico como respaldo, que el fanatismo religioso suele contagiar y encauzar a los desempleados que poco tienen que perder, y que el mundo ha cambiado por culpa de ese terrorismo que parte de una religión que en realidad invita a la compasión. Plantea la pregunta de cómo impedir, más allá de las respuestas militares y policivas, que algo como ello vuelva a suceder.
Una buena manera es recordar a los brillantes y osados caricaturistas de la publicación, a Charb, Cabu, Honoré, Tignous y Wolinski, como ciudadanos corajudos que dieron la vida en nombre de la libertad de expresión. Resulta importante recordar a tiempo que en los países libres y democráticos, que contemplan penas para la calumnia, la injuria y la deshonra, nadie tiene por qué hacer su propia justicia, ninguna ofensa puede conducir a la muerte al agraviador, y la discusión para ahí. La masacre de Charlie Hebdo demostró que el mundo, que tanto terrorismo ha soportado por las ambivalentes posturas de los países poderosos, tiene ahora el reto enorme de enfrentarse a ese Estado Islámico que atrae a los desadaptados con el discurso envolvente de una historia que debe ser vengada.
Para conmemorar el año de semejante horror, y de la reacción solidaria de tantos que puso en alto la consigna ‘Yo soy Charlie’, Charlie Hebdo ha publicado una enorme edición especial en cuya portada puede verse a un dios armado y manchado de sangre junto a la sentencia ‘el asesino aún anda suelto’. Su pelea sigue siendo, pues, en nombre del laicismo, del derecho a señalar farsas y decir lo que se piensa. Sigue estando en juego, cuando se teme a las propias palabras, la idea misma de la democracia.
editorial@eltiempo.com
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