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Que el caos no acabe con la universidad

Hacen bien directivas de la U. de Antioquia en iniciar un proceso de formalización y reorganización.

Editorial .
No suele ser común que un claustro universitario cierre sus puertas por razones distintas a una protesta, evidentes fallas de infraestructura o días de exámenes de admisión. Pero hacerlo por el exceso de ventas informales, inseguridad o porque allí se celebran fiestas pese a la prohibición de sus directivas resulta exótico.
Es lo que sucedió hace unos días en la Universidad de Antioquia, en la ciudad de Medellín. Ya en años anteriores, un fallo de tutela había dado la razón a quienes defendían que dentro del claustro se permitieran ciertas actividades de manera informal.
El último cierre afectó el ingreso de no menos de 35.000 personas, incluidos los propios estudiantes y sus maestros. Y uno de los alegatos para tomar tal decisión, además de lo dicho, fue el del atraco a mano armada y el consumo de drogas ilícitas y licor que allí se presentaban. Acto seguido, la Fuerza Pública inició una serie de inspecciones para corroborar las denuncias mientras el rector argumentaba que tales disposiciones eran necesarias en aras de garantizar la seguridad de la comunidad.
Tiene razón el rector. Si uno de los principios básicos de cualquier claustro educativo es velar por una excelsa formación de los muchachos y por hacer de sus campus lugares de encuentro para las actividades académicas, culturales, de investigación y recreación, lo mínimo que se requiere es seguridad y orden, que era exactamente lo que no había ni hay en otras universidades del país.
El otro problema, el de la excesiva presencia de ambulantes en los principales corredores de la universidad, es más complejo. Si bien se trata de un espacio al que tienen derecho todos, muchos mitigan parte de sus necesidades a través de la informalidad; por tanto, hacen bien las directivas en iniciar un proceso de formalización y reorganización.
Uno de los estudiantes alegó que, además de los paros, ahora deben soportar el cierre por este tipo de incidentes. Y es verdad: no es justo, pero, en aras de la propia tranquilidad de quienes allí se forman y de quienes forman, son los mismos jóvenes los que deberían alentar medidas de este tipo.
- editorial@eltiempo.com
Editorial .
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