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Editorial: No estamos solos en la vía

Las actuales cifras de accidentalidad son vergonzosas. Gran reto tiene la Agencia de Seguridad Vial.

EDITORIAL
Las cifras no admiten duda. El de la accidentalidad vial es uno de los grandes desafíos que deberá enfrentar el país para dar el salto a mejores tiempos, si de verdad pretende enrumbarse definitivamente por la senda del desarrollo y la prosperidad. Es un tema que recobra vigencia por estos días, en los que millones de colombianos cogen carretera, como se dice coloquialmente, para disfrutar de las fiestas de fin de año. Se calcula en 5 millones el número de vehículos que harán uso de la infraestructura vial a partir de este miércoles.
Como lo reveló en días pasados un especial periodístico de este diario, por lo menos 58.000 colombianos han perdido la vida en las vías en los últimos diez años en siniestros que han obedecido a factores humanos. El promedio diario de muertes por esta causa es de 16, una cantidad escandalosa. Y costosa. Tres puntos del PIB le cuesta al país cada año la atención de estos accidentes.
Estamos, nada menos, ante la segunda causa de muerte violenta en Colombia, después de los homicidios, un problema de salud pública que clama atención urgente. Lo confirma el hecho de que el indicador de fatalidades en carreteras por cada cien mil habitantes viene en ascenso en los últimos cinco años.
Las causas son de diversa índole. Van desde el crecimiento de nuestros centros urbanos y la deficiente infraestructura hasta flagelos enquistados en nuestra cultura, como aquel que premia a quienes le hacen el esguince a la norma y son catalogados, entre vítores y aplausos, de ‘avispados’.
Con el objetivo de reducir en un 26 por ciento las muertes en accidentes de tránsito para el 2012, comenzó a operar a principios de este mes la Agencia de Seguridad Vial, entidad que será la gran responsable de tomar el toro por los cuernos, tarea en la que necesitará del apoyo decidido de los entes territoriales, del sector privado y, el más importante de todos, el de la gente. Sin este, cualquier esfuerzo será estéril.
Así las cosas, en estos días de fin de año bien vale una invitación a quienes conducen para que reflexionen sobre cuáles de sus conductas al volante encarnan potenciales riesgos, y evitar incurrir en ellas. Por supuesto que hay que hacerle seguimiento al funcionamiento de la nueva agencia –con énfasis en retos concretos que tiene, como la construcción de estrategias integrales que trasciendan las campañas coyunturales–, así como a los esfuerzos en este aspecto de las entidades del orden local, pero en el entendido de que si cada conductor, cada actor de la vía, no pasa su comportamiento por el tamiz de la autocrítica, será muy difícil lograr avances.
Desde luego, este componente de la autorregulación y la formación de ciudadanos autónomos, que no necesiten la presencia de los representantes de la autoridad para cumplir las normas, es fundamental, pero no puede venir solo. Es vital que quede claro que la ley es severa e intransigente con los infractores. Qué mal precedente sientan en tal sentido las frecuentes amnistías, con amparo legal, para infractores. Cuánta falta hace fortalecer la capacidad de la autoridad de tránsito para cobrar las multas, para que apostarle a su vencimiento deje de ser la nefasta tradición que es hoy entre tantos conductores.
Se trata de aceptar que no estamos solos en la vía, que cuanto mayor sea la responsabilidad de cada individuo, menor será el riesgo que aceche a toda la sociedad.
editorial@eltiempo.com
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