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La tarea de Ángela Merkel

En su cuarto período como Canciller, tendrá que neutralizar la rabia que nutre a la extrema derecha.

Editorial .
A finales del año pasado, tras los cimbronazos que para millones en el planeta significaron los triunfos de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos y del brexit en el Reino Unido, se temió que por un efecto dominó la extrema derecha llegaría al poder en los países más poderosos de Occidente.
Para entonces, las encuestas dibujaban un panorama angustiante para Ángela Merkel, en Alemania. De ahí que su país se incluyera junto con Holanda, Francia y Austria en la lista de los que, por causa de las elecciones que en ellos iban a tener lugar en 2017, estaban en riesgo.
El triunfo de su partido, la Unión Demócrata Cristiana, en las elecciones del domingo no solo le permitirá a Merkel permanecer cuatro años más en el cargo de Canciller, sino que sacó a Alemania de dicho listado, tal y como ocurrió, para alivio mundial, con Holanda y Francia en su momento.

Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial un partido de ultraderecha, Alternativa para Alemania, tendrá cabida en el Parlamento

Pero la alegría no fue completa. El resultado que llevará a que Alemania siga siendo gobernada por quien, sin lugar a dudas, es un referente de serenidad, aplomo y liderazgo responsable también trajo un verdadero campanazo de alerta: por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial un partido de ultraderecha, Alternativa para Alemania, tendrá cabida en el Parlamento. Dicha colectividad logró el 12,6 por ciento de los votos.
Un auge de este tipo es una cosa en cualquier otro país y otra muy distinta en Alemania, por las razones de índole histórico por todos conocidas. Por más esfuerzos que se hagan para no olvidar los horrores del nazismo, pareciera que asuntos más concretos y cercanos, como el miedo al futuro, a los inmigrantes y al terrorismo, sumados a la ansiedad que genera la creciente desigualdad, pesan más en la balanza de las emociones de más de cinco millones de alemanes que el fantasma de lo que fue el Tercer Reich.
De ahí que más que cualquier otro asunto, el desactivar todo aquello que alimenta a un movimiento político de este corte tendrá que ser la prioridad del que ya muchos asumen será el último período de Merkel. Incluso, por encima de asuntos claramente urgentes, como garantizar la cohesión de la Unión Europea o encontrar un compás común con la Francia de Emmanuel Macron y así avanzar a tiempos más sosegados. Inclusive, el conformar gobierno, tarea nada fácil, pues deberá recurrir a los verdes y al Partido Democrático Libre (agua y aceite en muchos terrenos), dada la decisión de los socialdemócratas de constituirse en oposición.
Hay indicios, preocupantes indicios, de que la rabia de un vasto sector de la sociedad, sobre todo perteneciente a la clase media, frente al actual estado de cosas es un sentimiento tan potente que puede eclipsar hasta aquellos de vergüenza y repulsión frente a la brutalidad del régimen nazi. Incluso, en un momento de la historia en el que la economía del país muestra buen semblante y el desempleo es mínimo. Esto da indicios de lo profundo del sentimiento.
Merkel tiene, pues, la obligación de identificar qué es en últimas lo que alimenta el caldo de cultivo en el que crece el extremismo de derecha. Y actuar para neutralizarlo. Es posible, y lo sabe, que para ello requiera el apoyo no solo de Europa, sino del mundo entero.
editorial@eltiempo.com
‘Esperaba un mejor resultado’ en las elecciones generales, reconoció la canciller alemana, Ángela Merkel.

‘Esperaba un mejor resultado’ en las elecciones generales, reconoció la canciller alemana, Ángela Merkel.

Foto:Tobias Schwarz / AFP

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