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Editorial: La percepción de dos ciudades

Bogotá y Medellín muestran similitudes en medioambiente y seguridad.

Editorial .
Esta semana se dieron a conocer los resultados de las primeras encuestas de percepción ciudadana que anualmente lleva a cabo la Red de Ciudades Cómo Vamos, a través de Ipsos. Bogotá y Medellín revelaron las suyas; y aunque el contraste da para múltiples interpretaciones, también plantea coincidencias.
En la de Bogotá Cómo Vamos (BCV), realizada entre 1.502 personas, sobresale que los bogotanos siguen siendo duros con su ciudad. Menos del 40 por ciento se sienten optimistas y orgullosos, mientras el 45 por ciento están satisfechos de vivir en ella, cifra que viene descendiendo desde hace una década. En Medellín, el orgullo, la satisfacción y el rumbo que lleva tienen niveles de aceptación de entre 77 y 84 por ciento.
Mientras la salud, el empleo y la educación son las prioridades para los medellinenses, en Bogotá los ciudadanos piden que el esfuerzo se haga en recuperar el orgullo, mejorar la seguridad en el barrio, las vías, los parques y zonas verdes, y la oferta cultural.
En ambas capitales hay coincidencia en que el mejor servicio que se presta es el gas domiciliario y el peor, el de internet. Y también es mayor la tendencia de quienes consideran que hoy gastan más tiempo en sus desplazamientos de un lugar a otro: 62 por ciento los capitalinos y 44 por ciento los paisas.
En materia medioambiental, el mayor inconformismo se da por la calidad del aire y del agua, el ruido y las basuras en el espacio público. A tal punto que 7 de cada 10 bogotanos apoyan la idea de multar a quien no recicle. En Medellín, la calificación más alta es para la cantidad de árboles que allí existen: 50 por ciento así lo creen, lo mismo que en Bogotá, pero solo para el 26 por ciento.
Las dos comparten, en promedio, cifras similares en cuanto a percepción de seguridad en el barrio: 73 y 70 por ciento, respectivamente. Y hay coincidencia en que el pandillismo, la drogadicción y el atraco callejero son los peores males. En contraste, mientras en Bogotá el 55 por ciento se siente seguro en la ciudad, en Medellín piensa lo mismo el 51. Y un dato preocupante: las dos obtienen baja calificación frente a sus niveles de tolerancia con la población desmovilizada y de orientación sexual diversa.
No es difícil deducir que si bien existe cierta similitud entre habitantes de la capital del país y de la capital antioqueña, pareciera haber una mejor empatía entre los segundos con su ciudad. Una explicación de por qué no sucede lo mismo en Bogotá podría estar en que sus autoridades aún no logran satisfacer las demandas ciudadanas en materia de movilidad, seguridad, medioambiente y participación. Vale reconocer, sin embargo, que se percibe una mayor satisfacción con la educación de niños menores de 5 años y entre los 5 y los 17; las mujeres son las más satisfechas con el servicio de salud, y 6 de cada 10 personas dicen estar contentas con el barrio donde viven.
Pese a que, en general, el servicio de transporte colectivo obtiene bajas calificaciones, el nivel de satisfacción con el uso de la bicicleta como alternativa de movilidad es del 83 por ciento. Hoy, en Bogotá 3 de cada 10 ciudadanos usan la bici al menos una vez a la semana, lo que la confirma como una de las urbes que más la promueven en América Latina. En Medellín, en cambio, su uso es apenas del 2 por ciento, y casi 6 de cada 10 la consideran el medio más inseguro.
Cuando se mira la curva de la información de BCV, en general no existen variaciones significativas, salvo en lo pertinente a clima de opinión –optimismo, orgullo y satisfacción–, donde la tendencia es a la baja. ¿Por qué ese marcado desánimo frente a lo que sucede con su similar antioqueña?
La capital vive un proceso de transformación política y administrativa. Tras una década de gobiernos de izquierda, uno nuevo, inclinado más a la centroderecha, ha prometido darles un giro a las cosas: recuperar el sistema masivo de transporte y el espacio público, desembotellar sus entradas y salidas, crear corredores ambientales en los cerros y propender a un mejor servicio de salud y educación. Y ello demanda tiempo y paciencia.
El problema es que la ciudadanía no piensa igual, quiere resultados de inmediato; de ahí que la popularidad del alcalde Enrique Peñalosa esté en un 22 por ciento, mientras la de su homólogo Federico Gutiérrez es del 90. Al primero se lo quiere medir por resultados; al segundo, por mantener el rumbo. Y aunque se tengan cosas para mostrar –la recuperación de espacios públicos, la toma del ‘Bronx’, la creación de la Secretaría de Seguridad o el revolcón en salud–, varias de estas medidas han tenido para el alcalde bogotano un costo político que sus detractores han capitalizado a fin de mantener la polarización y en detrimento de la ciudad.
Si algo reflejan los dos estudios y su historial de más de diez años es que no basta tener un buen programa, sino también una visión de ciudad a largo plazo y una mayor participación ciudadana. Y en ambas la capital ha estado en deuda.
Editorial .
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