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La guerra de la marihuana

Ante el poderoso negocio que se disputan las bandas en el país no se puede bajar la guardia.

Editorial .
Una investigación publicada esta semana por este diario pone el dedo en la llaga de un problema que ha pasado casi de agache por la multiplicación de los cultivos de coca en el país: la lucha entre grupos ilegales, dos de ellos disidencias de las Farc, por hacerse con el control de las siembras de marihuana en el Cauca.
El negocio de la marihuana no es desdeñable: es la sustancia sicotrópica más consumida en el país, en medio de la discusión entre los que defienden su libre uso –bien por sus propiedades medicinales o por simple gusto– y los prohibicionistas a rajatabla.
Según datos de Naciones Unidas, el índice de prevalencia de cannabis (un consumo de al menos una vez el año anterior) ronda el 4 por ciento de la población mundial. En Colombia, la prevalencia está, según una encuesta de consumo del 2013 realizada por el Ministerio de Justicia, en el 3,27 por ciento. Pero un 11,48 por ciento de los consultados admitieron haberla probado al menos una vez en su vida.
Se trata, pues, de un negocio millonario que, como el de la coca, ha persistido en el país por culpa del conflicto. Y debería empezar a marchitarse ahora, cuando el principal actor armado, las Farc, ha empezado su inexorable marcha hacia el desarme, la desmovilización y la lucha política en democracia.

Esa guerra, señalan las autoridades, explica buena parte de los más de 223 homicidios registrados este año en ese departamento, especialmente en los municipios del norte, que concentran las siembras

Si bien no son grandes extensiones de tierra –según las autoridades, en Cauca, el departamento con más marihuana en el país, las siembras rondan las 100 hectáreas–, allí confluyen varios factores que han blindado ese tráfico y permitido a los narcos lograr avances técnicos que no se ven en otras zonas.
Así, las dos variedades más potentes, y por ende costosas, de la hierba, las llamadas punto rojo y creepy, son cultivadas en Cauca. Muchos cultivos están en zonas de resguardo indígena, donde la Fuerza Pública no puede acceder o tiene paso restringido. Cultivos hidropónicos de altísima producción y camuflados entre los proyectos de algunas comunidades completan un panorama propicio para los traficantes, que, ante la desmovilización de las Farc, están en franca disputa con dos disidencias de esa guerrilla y varias bandas locales.
Esa guerra, señalan las autoridades, explica buena parte de los más de 223 homicidios registrados este año en ese departamento, especialmente en los municipios del norte, que concentran las siembras. Y que el negocio sigue vigente lo demuestran las más de 12 toneladas de marihuana decomisadas este año en las vías caucanas.
También hay cultivos en Magdalena, La Guajira, Meta, Tolima y Norte de Santander, claro, pero el Cauca debía ser fundamental en la solución de la problemática. Las Farc, que han tenido control directo sobre el negocio, deben dar muestras de que su divorcio de todos los tráficos ilegales no solo pasa por dejar de practicarlos, sino por colaborar activamente para combatirlos. Lo propio puede decirse de varias comunidades indígenas que han terminado cooptadas por los cantos de sirena de los narcos y se escudan en su etnia para seguir en el negocio ilegal.
La batalla contra el narcotráfico se libra en varios frentes, y el de la producción y el tráfico de cocaína sigue siendo el de mayor complejidad. Pero frente a la marihuana, cuyo tráfico ha logrado persistir por más de 40 años, no se puede bajar la guardia.
- editorial@eltiempo.com
Editorial .
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