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La esperada batalla de Mosul

Perder dominación de esta ciudad sería para los yihadistas un golpe certero a su máquina de guerra.

EDITORIAL
La ofensiva del ejército iraquí –que cuenta con el respaldo de varios países occidentales– contra el temible Estado Islámico (Isis, por sus siglas en inglés) parece estar cerca de un esperado punto de giro con el cerco de Mosul. Son cerca de 50.000 los efectivos que pretenden llegar a la histórica ciudad, hoy defendida por alrededor de 8.000 fundamentalistas.
Esta ciudad fue tomada hace dos años por los extremistas, sobra decir que a sangre y fuego, para posteriormente instaurar su dominación basada en el terror, con escenas frecuentes de ejecuciones públicas, y en el aislamiento total. No hay cabida para internet, sí para los imanes fieles a su visión extrema del islam.
Desde entonces ha sido, pues, una suerte de capital en Irak del califato que esta organización pretende constituir. En conjunción con fuerzas kurdas, los iraquíes llevan varios días de continuos avances fruto de pequeñas victorias, todo con el objetivo de recuperar esta ciudad. En numerosos poblados pequeños ya ondea la bandera iraquí, mientras que los miembros de Isis han optado por quemar un pozo petrolero con el fin de que la densa humareda dificulte el vuelo de los aviones que acompañan a las tropas en tierra.
Como lo han señalado distintos observadores, de cumplir con su objetivo, este esfuerzo bélico sería ejemplo de cómo es posible un trabajo coordinado de distintos actores (Estados, pero también grupos étnicos) cuando un fin superior, menguar el poder de una amenaza brutal, despiadada como Isis, así lo exige. Y es que perder a Mosul sería para los yihadistas un golpe certero, a su máquina de guerra, pero sobre todo al honor de una organización cuyo discurso, en clave de soberbia, sigue cautivando a jóvenes incautos en Occidente. Y es que ya hace cuatro meses tuvieron un revés significativo con la pérdida de Faluya, también en suelo iraquí. Uno más en tan corto tiempo y con tanto valor simbólico tiene el potencial, en opinión de muchos, de detonar un irreversible proceso de decadencia militar para esta agrupación. Al punto de que ya se habla de la batalla final.
editorial@eltiempo.com
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