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El bosque se muere

'Suelo y tierras de Colombia' es un documento vital para entender y detener la deforestación.

EDITORIAL
La semana pasada se conoció un estudio de la mayor importancia, especialmente por el momento que vive el país. El Instituto Geográfico Agustín Codazzi (Igac) y el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) presentaron el libro 'Suelo y tierras de Colombia'.
Se trata de un estudio de 1.300 páginas que aborda varios aspectos relacionados con el suelo colombiano. El uso, la erosión y la deforestación, entre otros. Se conocía que el 40 por ciento de nuestro suelo presenta problemas de erosión, ya sea por mano del hombre o por causas de la propia naturaleza, pero en especial por el primero… Ese solo ítem debe preocupar a cualquier sociedad y llevarla a tomar medidas. Lamentablemente, aquí a veces estas alertas caen en terreno árido.
Pero el citado estudio da una cifra que no solo preocupa a los ecologistas consumados que les duele cada quebrada seca o cada tala torpe, sino a un país como este, bendecido con recursos naturales que hemos malgastado; un país donde una imagen típica fue por algún tiempo el labriego con el hacha al hombro, que ahora se ha cambiado por la estruendosa motosierra, y que en 45 años ha perdido 2’456.050 hectáreas de bosque. Se dice que esto equivale a un área como la del departamento de Cundinamarca.
Y equivale también a pérdida de vida silvestre, en todas las especies; pérdida de agua, de aire puro, de capa vegetal, de futuro. Porque en esa área, que era majestuosa en selva, habrá potreros, chamizos, piedrones calientes, sol reverberante, minas ilegales; tal vez algunas plantaciones. Triste.
Pero ahora, después de este llamado, que es un SOS, lo urgente es ver qué hacer para preservar los 65’767.667 hectáreas en bosques primarios, secundarios o fragmentados con pastos y cultivos que sobreviven. Tal vez lo primero que se requiere es autoridad ambiental y hasta policial, porque los cultivadores ilícitos o los mineros ilegales avanzan orondos. O incentivos y castigos en impuestos, legalizar la propiedad y educar. De pronto, valga acentuar en clases de ecología para que los niños de hoy sean los defensores de la naturaleza del mañana. Este, pues, es un documento vital. Que no sea otro simple paisaje.
editorial@eltiempo.com
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