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Editorial: Guatemala se estremece

Cansados de la corrupción, los guatemaltecos se movilizaron por un cambio en su Gobierno.

EDITORIAL
Con más de treinta volcanes activos, las erupciones de estos son un hecho común de la vida cotidiana en Guatemala. Son menos frecuentes, en cambio, los estallidos sociales fruto de la inconformidad de su gente. Por eso llaman tanto la atención las movilizaciones de los últimos días, en las que diferentes sectores de la ciudadanía han marchado para clamar por un cambio en el Gobierno, incluida la salida del presidente Otto Pérez.
Los mueve la indignación que han causado las revelaciones sobre el alcance de la corrupción en las aduanas, la Superintendencia de Administración Tributaria y el Instituto de Seguridad Social. Hallazgos que han sido posibles gracias al trabajo de la Fiscalía y, sobre todo, al de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, liderada por un colombiano, el exmagistrado auxiliar de la Corte Suprema de Justicia Iván Velásquez, recordado por su papel en las investigaciones que desde este alto tribunal permitieron reconstruir los vínculos entre el paramilitarismo y numerosos políticos.
No es cualquier cosa lo descubierto. Se trata de poderosas redes, que tocan las esferas más altas del Estado. Una de ellas es comandada por el secretario privado de la vicepresidenta Roxana Baldetti, quien, ante este hecho y la fuerza de la evidencia, no tuvo más alternativa que renunciar.
Para ser concretos: las investigaciones ponen en tela de juicio no a una institución, sino a todo un Estado, que a estas alturas corre ya el riesgo de merecer el calificativo de fallido. De ahí que en las calles se escuchen, principalmente, un clamor de justicia, un pedido desesperado para que su aparato sea objeto de un reforzamiento estructural que permita renovar el pacto social y, de esta forma, repotenciar una democracia que hoy vive días grises.
Lo que está en juego en el país centroamericano es mucho más que la continuidad de un presidente. Es la viabilidad hacia el futuro de toda una institucionalidad. Así, el desaliento que produce conocer el grado de penetración de las mafias en el Estado contrasta con el optimismo que causa ver a una sociedad que reacciona y dice ‘no más’. Es de esperar que la efervescencia encuentre el mejor cauce, que se les cierre la puerta a los violentos y a los pescadores en río revuelto.
editorial@eltiempo.com
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