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Editorial: Ambicioso pero necesario

Situación que vive Bogotá, requiere un debate sereno de su Plan de Desarrollo por parte del Concejo.

EL TIEMPO
Comenzó este fin de semana el debate en firme del Plan de Desarrollo ‘Bogotá mejor para todos’. Un extenso documento que contiene la esencia de lo que propone la Administración Distrital para sacar la ciudad adelante; las prioridades, los mecanismos a los que apelará para hacerlo viable y la forma en que se habilitarán recursos para su financiación. Sin duda, un ambicioso proyecto que habrá que seguir en detalle, pues, como se ha esbozado, responde a una oportunidad única para enrumbar a Bogotá hacia destinos de prosperidad y equidad social.
Varias cosas llaman la atención en el documento que analiza el Concejo. La primera es la manera como ha sido estructurado: a través de pilares –igualdad en calidad de vida, democracia urbana y construcción de comunidad– y ejes transversales que abordan temas como ordenamiento territorial, desarrollo económico, sostenibilidad ambiental y gobierno eficaz.
La segunda –y que de seguro concentrará buena parte del tiempo de los debates– es la posible enajenación de bienes públicos para apalancar las obras. Y la tercera, las bases que se erigen de cara al nuevo Plan de Ordenamiento Territorial (POT).
Seguramente hay un sinnúmero de elementos más para resaltar en la propuesta del alcalde Enrique Peñalosa y su equipo. Pero vale la pena detenerse en el concepto de democracia urbana, entendido como la generación de un hábitat en el que todo ciudadano es igual ante la ley, sin privilegios de ninguna clase.
En el contexto urbano, esto mismo se aplica a temas como espacio público y peatonal; movilidad, seguridad o educación, en los que los derechos a privilegiar han de ser los de las mayorías. De lo contrario, se estarían propiciando escenarios de anarquía. No es un capricho, es una demanda que exige el hecho de que las ciudades son las llamadas a garantizar la supervivencia de la especie humana en el próximo medio siglo. Y para ello es fundamental que el debate sobre su futuro no sea monopolizado por quienes tienen más decibeles que representatividad en el debate público.
Este plan de desarrollo pone de manifiesto otra verdad de a puño: el rezago en infraestructura. Los bogotanos lo perciben a diario, y lo manifestaron en la convocatoria que hizo la Administración a través del portal Bogotá Abierta: movilidad, mejoramiento barrial y calidad de vida fueron lo más exigido.
El retraso en malla vial, troncales, metro, entornos escolares, planes ambientales y vivienda conforma el lastre de los últimos años. Y el costo que se tendrá que pagar será alto. No hay que llamarse a engaños: las finanzas apenas dan para mantener el actual estado de cosas, lo que demanda recursos por 49 billones de pesos en el cuatrienio. Pero la ‘Bogotá mejor para todos’ requiere no menos de 33 billones adicionales, que hay que buscar vía alianzas con el sector privado, endeudamiento, nuevos tributos o la venta de activos. Es la única forma de salir adelante.
Y para ello hay que dejar atrás prácticas asistencialistas de pasados gobiernos que no produjeron contraprestación alguna. Por el contrario, se dedicaron a gastar a manos llenas y en explosivas nóminas que dejaron sin espacio fiscal las urgencias del futuro, una estrategia encaminada más a ganar afectos políticos que a proteger el bolsillo de los bogotanos.
La Alcaldía ha formalizado la venta la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá (ETB), cuyos recursos irán a inversión social. Voces contrarias afirman que proceder de esta manera es perder un bien que podría generar ingresos para idénticos fines. Pero aquí hay que actuar con sensatez, sin cálculos políticos. La ETB, es cierto, recibió un impulso en la pasada administración, pero insuficiente para ponerla al nivel de los grandes competidores de hoy. En cambio, requerirá de millonarias inversiones para que no pierda valor. ¿Hay que hacerlo o es mejor asegurar los recursos de su venta para salir del atraso en que se halla inmersa la ciudad? Ese es el debate.
El Plan de Desarrollo de Bogotá tiene, pues, enormes desafíos. Además de los mencionados, está el de su crecimiento, la condensación de la ciudad para albergar a las futuras generaciones sin poner en riesgo sus recursos naturales. Y buena parte de ello quedará incluida en el Plan de Ordenamiento Territorial que también expedirá el actual gobierno. Dicho esto, es importante que en el mismo plan se especifiquen los montos de las inversiones y la forma como se garantizará la sostenibilidad de las obras, clave para medir su verdadero impacto, más allá del gobierno de turno.
Finalmente, valga señalar que el plan constituye una herramienta esencial para que desde la propia Alcaldía se faciliten los espacios que permitan un impulso decidido a la vocación productiva de la capital, enmarcada en el emprendimiento y la innovación, aprovechando las fortalezas que ofrece el entorno regional y el pacto que en ese sentido promueve el Gobierno Nacional para hacerla más competitiva.
EDITORIAL
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