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Editorial: Belleza de doble filo

Para las 'Gatúbelas', el arma era la estética; y la estrategia, la seducción, más que la coacción.

EDITORIAL
Ya son tres los casos de atractivas mujeres presuntamente dedicadas al hurto que son aprehendidas por las autoridades en los últimos días luego de un juicioso seguimiento que, por cierto, merece un reconocimiento. Como ‘las Gatúbelas’, alias ‘Yayita’ y, la más reciente, Chelsy Ditta, que se hacía pasar por empleada doméstica, eran conocidas estas damas que, apoyadas en sus atractivos físicos, tenían montadas temibles micro-empresas criminales. Su arma era la estética; y la estrategia, la seducción, más que la coacción.
Y aunque muchas de sus víctimas son hombres que en lugares de esparcimiento bien pueden estar bajo los efectos del licor y, en consecuencia, con su capacidad para discernir el nivel de riesgo de tal o cual empresa de conquista menguada, esto no siempre es así. En el episodio de Ditta, se incluyen mujeres –y también varones– a cargo de las cuestiones del hogar a quienes su presentación personal les inspiró el grado de confianza suficiente para contratarla. También apelaban ‘las Gatúbelas’ a complejas tácticas de manipulación afectiva, como aquella de buscar falso consuelo en los propietarios de camiones, que creían estar rescatándolas de las garras de un cónyuge maltratador. En el caso de ‘Yayita’, su blanco preferido eran los funcionarios de las empresas de vigilancia encargados de la seguridad de los edificios en los que ponía el ojo su banda.
Según la información disponible en manos de autoridades y de centros de investigación, ya existe toda una trayectoria fijada para ellas, que comienza con los hurtos en los almacenes y cuya cúspide son los robos a gran escala.
Cuánto quisiéramos vivir en una sociedad en la que no fuera necesario desconfiar. Pero hechos como estos invitan a no fiarse de las apariencias, a tomar siempre unas mínimas precauciones que aquí pasan por no perder los estribos en noches de diversión, sin antes cerciorarse de que se camina por terreno seguro, y tener presente que en muchas situaciones el estético no puede ser el único criterio a la hora de decidir si una persona es merecedora de nuestra confianza. No olvidar que, como dice la canción, se ven las caras, pero nunca el corazón.
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