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La verdad es lo de menos

En este país, las mentiras no indignan a ningún político y casi a ningún ciudadano.

Vladdo .
No nos llamemos a engaños: en este país las mentiras no indignan a ningún político y casi a ningún ciudadano. Eso que ahora con tanta pompa llaman posverdad no es nada distinto de la hipocresía de siempre, la farsa de toda la vida con la cual se han ganado tantas elecciones en Colombia y en el mundo. El engaño sistemático, las verdades a medias o las mentiras descaradas no son un invento de Donald Trump ni de Álvaro Uribe –así sean unos magos de la manipulación mediática–; son viejas prácticas que han permeado no solo a la política, sino a la sociedad en general. Hoy, quizás lo único distinto es que el nuevo presidente de Estados Unidos o el jefe del Centro Democrático las usan sin empacho, sin mover una ceja y, desde luego, sin sonrojarse.
Consciente de que miente de palmo a palmo, el ordinario Trump no tiene ningún pudor al decir y jurar a pie juntillas que su sede en Nueva York fue interceptada el año pasado por órdenes de Barack Obama. Sin importar que el FBI niegue tales acusaciones, él persiste en su temeraria posición, y a sus seguidores les interesa cero verificar si tales eventos sucedieron o no: si Trump lo dice, para ellos es suficiente; así a todas luces esa sea una historia traída de los cabellos.
Lo mismo ocurre por estos lares. Sin citar ningún estudio ni mostrar base sólida alguna, el sinuoso Uribe dice de buenas a primeras que en el país se ha deteriorado la confianza inversionista; lo cual les da gasolina a todos los ‘furibistas’ para salir a repetir en coro que nadie cree en Colombia, que esto se lo llevó el patas. A sus huestes no les inquietan los informes del Banco Mundial o las calificadoras de riesgo que indican lo contrario, pues en boca de su mesías la mentira pronunciada se convierte en axioma y es muy útil como caballito de batalla para sembrar desconcierto y pesimismo en una sociedad ya de por sí cansada de oír malas noticias.

Eso que
ahora llaman posverdad no es nada distinto de las mentiras de siempre, la farsa de toda la vida con la cual se han ganado tantas elecciones.

Y como Uribe sabe muy bien que en su cruzada opositora todo vale –máxime en época preelectoral–, ahora convoca una marcha para la próxima semana contra la corrupción. Sí; leyó bien: “contra la corrupción”. ¡Háganme el bendito favor!
El mismo que tiene condenados, arrestados o investigados por la justicia a buena parte de sus excolaboradores del Gobierno; el mismo que les sugiere a sus amigos huir del país para evadir los tribunales; el mismo que invitaba a los ‘parapolíticos’ a votar sus proyecticos antes de que los metieran a la cárcel; ese mismo quiere ahora enarbolar la bandera anticorrupción. ¡No nos crean tan pendejos...!
Y lo peor, lo más triste, es que muchos, quizás miles, saldrán ese día a la calle; pero no a buscar la verdad, sino a defender esa mentira que quieren creer porque les conviene, porque les gusta, porque les da réditos. La verdad es lo de menos. Que lo diga Uribe.
* * * *
Colofón. Se cumplen hoy 130 años de existencia de El Espectador, fundado por don Fidel Cano Gutiérrez a finales del siglo XIX en la célebre calle del Codo, de Medellín. Decano de la prensa libre de Colombia y tintero de muchas de las mejores plumas del país, este periódico ha puesto una alta cuota de sacrificio en defensa de los principios democráticos y en búsqueda de una sociedad mejor. El cumplimiento de su deber le ha representado a ese diario el asesinato de no pocos de sus periodistas –incluido su legendario director, don Guillermo Cano– y la destrucción de sus instalaciones en más de una oportunidad. Sea esta la ocasión para extenderle a todo su equipo un respetuoso saludo de felicitación por la integridad y valentía con las cuales enfrentaron a los carteles del narcotráfico; por conservar la entereza ante las presiones de los grupos económicos, y por sobreponerse a las vicisitudes y desafíos de los nuevos tiempos.
VLADDO
Vladdo .
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