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La hecatombe que no es

Quedó demostrado que la detención de un expresidente no tenía por qué convertirse en una hecatombe.

Vladdo .
Aunque se trata de una decisión judicial sin precedentes en el país, la orden de detención domiciliaria contra el senador Álvaro Uribe debe tomarse como lo que es. Para empezar, es una demostración de que en una democracia nadie puede ser superior a la ley. En otras palabras: sin importar sus calidades personales o sus simpatías entre ciertos sectores de la opinión, independientemente de los servicios que le hayan prestado al país y al margen de apellidos y de castas, las instituciones deben prevalecer siempre sobre los individuos.
Adicionalmente, esta actuación de la Corte Suprema de Justicia reivindica la separación de poderes, característica fundamental e indispensable en cualquier sistema político que se precie de ser democrático. En este punto vale la pena subrayar que la CSJ no se dejó amilanar, pese a la cantidad de presiones ejercidas en días recientes sobre este tribunal, con las cuales trataron de minar su autonomía. Comunicados de prensa, cartas abiertas, columnas periodísticas, infundios en redes sociales, testimonios de altos dignatarios del Estado e incluso interferencias presidenciales mal disimuladas fueron insuficientes para doblegar a los togados, que tomaron por unanimidad esta trascendental determinación, en un hecho inédito en nuestra historia política.
Desde luego, esta decisión de los magistrados de la Sala de Instrucción de la CSJ –que no debió ser sencilla, dadas las particulares condiciones del implicado– tiene otra repercusión muy importante, pues acaba con el mito de que el líder del Centro Democrático era intocable para la justicia. En consecuencia, desde este momento no sería raro que empezaran por fin a moverse otros procesos en los cuales está involucrado Uribe y que llevan años arrumados, acumulando polvo y telarañas en los despachos judiciales.

El hecho de que el expresidente se encuentre ahora en latifundio por cárcel no implica una condena en su contra ni debería ser para nadie un motivo de regocijo.

Sin embargo, dejando de lado las conjeturas, hay que entender la verdadera dimensión de esta medida, pues el hecho de que el expresidente se encuentre ahora en latifundio por cárcel no implica de ningún modo una condena en su contra ni debería ser para nadie un motivo de regocijo. A partir de ahora, es de esperar que las instituciones sigan funcionando, que el juicio se lleve a cabo de manera expedita, que Uribe cuente con todas las garantías a las que tiene derecho y que se defina cuanto antes, y de una vez por todas, su situación jurídica.
Por otra parte, tras conocerse la noticia de la detención del expresidente quedó demostrado, contra los pronósticos más pesimistas, que un hecho de estos no tenía por qué convertirse en una hecatombe. De hecho, en otras latitudes, casos como el arresto y condena de Fujimori o la captura de Pinochet –exmandatarios que tenían unos índices altísimos de popularidad en sus países– no se tradujeron en la ruina ni en la disolución de Perú ni de Chile, ni se convirtieron en la mecha de una guerra civil, como algunos llegaron a temer.
En los tiempos que corren, y en medio de tanta polarización, esto podría interpretarse como un síntoma de que quizás no somos una sociedad tan primitiva y de que algo hemos madurado como nación, lo cual tendría cierta lógica si tenemos en cuenta que ni siquiera en situaciones realmente trágicas de nuestro pasado reciente –como el asesinato de líderes tan importantes y tan disímiles como Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo o Álvaro Gómez– nunca perdimos colectivamente la compostura, pese al desconcierto, el dolor o la indignación.
Así las cosas, lo lógico sería que, más allá de consideraciones políticas, sociales, ideológicas o religiosas, tirios y troyanos entiendan la importancia de respetar y acatar las sentencias judiciales, así no sean de su agrado o no se ajusten a sus conveniencias. Al fin y al cabo, respetar solo los veredictos favorables no tiene ninguna gracia.
Vladdo
puntoyaparte@vladdo.com
Vladdo .
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