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Dos meses inciertos

Todavía queda mucha tela por cortar y los resultados de las encuestas pueden ser engañosos.

Vladdo .
Ahora que las encuestas dan como próximo presidente al que dice Uribe, los ‘furibistas’ no dicen que los encuestadores están comprados ni que la opinión está siendo manipulada; como lo hicieron en vísperas del plebiscito por la paz, cuando todos los sondeos le daban amplia ventaja al Sí. Por el contrario, esta vez la voz de las encuestas sí es la voz de Dios.
Duque aparece como el único capaz de derrotar no solo a Petro, sino a cualquiera que se le cruce en el camino, y esa manida frase de que “en segunda vuelta Duque derrota a todos los rivales en cualquier escenario” ha sido asumida ya por muchos como un salvoconducto para llegar a la Casa de Nariño, como si las elecciones fueran apenas una cuestión de trámite.
Pero la historia reciente nos ha enseñado que las cosas no son tan sencillas. Recordemos, por ejemplo, las últimas encuestas previas al plebiscito por la paz. Según Ipsos, el Sí iba a llegar al 66 % y el No, al 34 %; para Datexco, el Sí obtendría 55 % y el No, 36 %, y según Cifras y Conceptos el Sí alcanzaría un 62 %, frente a un 38 % del No. Y todas fallaron.
Basados en esas predicciones, los partidarios del No –que se daban por derrotados– denunciaban irregularidades en la campaña por el sí y hablaban de falta de garantías. Algunos incluso madrugaron el mismo domingo 2 de octubre de 2016 a insinuar que iba a haber fraude. Pero al final del día tuvieron que tragarse sus acusaciones y la emprendieron contra las firmas encuestadoras; esas mismas que ahora son objeto de su alabanza y veneración.

La historia reciente nos ha enseñado que en materia electoral las cosas no son tan sencillas como las muestran las encuestas

Aunque es imposible pronosticar cómo van a ser los resultados del 27 de mayo, lo cierto es que muchos están ensillando antes de traer las bestias. De hecho, en algunos casos ya ni siquiera se preguntan si va a ganar Duque, sino si lo hará en primera o en segunda vuelta. Otros, aun más audaces, ya están dedicados a la gabinetología y hablan de sus posibles ministros, lo cual, a estas alturas del partido, parece poco menos que un despropósito. Y unos y otros hacen todas esas conjeturas basados en las encuestas realizadas por esas mismas empresas que hace menos de dos años eran la mismísima encarnación del demonio.
Aquí queda todavía mucha tela por cortar. Por una parte, ese cuarto lugar que las encuestas le dan a Vargas Lleras puede resultar engañoso. Sería ingenuo creer que, después de sacar semejante votación para el Congreso y de incrementar de manera tan significativa su bancada, los barones de Cambio Radical están dedicados a jugar sudoku, en vez de estar buscando votos hasta debajo de las piedras. Una cosa es que uno no sea simpatizante de este candidato; pero otra, muy distinta, es desconocer que es un político no solo curtido y preparado, sino muy avezado en materia electoral y, por lo tanto, así no figure en las encuestas, puede ser un grave error considerarlo un cadáver insepulto.
El caso de Petro también puede ser engañoso, pero al contrario. No hay que olvidar que en su anterior carrera presidencial, en 2010, apenas quedó en el cuarto lugar, con 1’331.000 votos. Y eso que en esa época contaba con todo el prestigio que lo precedía como un destacado congresista. Ahora, en cambio, en vez del lustre de exsenador tiene el lastre de exalcalde, gracias a su desastrosa gestión en el Palacio Liévano. Además, su lista al Congreso con dificultad superó el medio millón de sufragios. Si a esto sumamos su arrogancia, su discurso de lucha de clases y de resentimiento, yo no estaría tan seguro de verlo en la segunda vuelta.
Por último, aún faltan los debates, en los cuales –a juzgar por el tono que ha tomado la campaña– no habrá puñalada perdida. Así que en estos dos meses todavía pueden pasar muchas cosas.
* * * *
Colofón. ¿Y De la Calle y Fajardo? Tomando café, mientras muchos nos mordemos las uñas...
VLADDO
Vladdo .
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