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Desasosiego preelectoral

Las premoniciones de las encuestas han servido más para oscurecer el panorama que para aclararlo.

Vladdo .
En la antesala de las elecciones, y después de una campaña tan larga, lo único claro es la incertidumbre creada en buena medida por las redes sociales, que se han convertido en la herramienta favorita de muchos interesados, desde distintas militancias ideológicas, en propagar vulgares mentiras, verdades a medias y cadenas del miedo, que enredan a unos electores desprevenidos y a otros perezosos, que no se ponen en el trabajo de verificar ningún dato y que dan por cierto cuanto disparate les aparece en sus chats.
En este clima de desasosiego también juegan un papel importante las premoniciones de las encuestas, que han servido más para oscurecer el panorama que para aclararlo. No dudo de la buena fe de las firmas que consultan las intenciones de voto de los ciudadanos, pero tampoco puede hacerse a un lado la gran cantidad de sorpresas que se han llevado quienes han confiado en sus resultados, tal y como lo hemos visto en numerosos casos que no vale la pena traer hoy a colación y que, sin embargo, ratifican que si una encuesta es la foto de un momento, en la era de la posverdad y las fake news muchas de esas fotos han quedado pixeladas.
Por ejemplo, no estoy seguro del todo de que Petro esté ya en la segunda vuelta. Recordemos que en las presidenciales de 2010 obtuvo apenas un millón trescientos mil votos y eso que acababa de salir por la puerta grande del Congreso, como uno de los senadores más destacados. Es verdad que ha desarrollado una campaña efectiva y que es un gran orador. También es cierto que ha repartido millones de periódicos con sus iniciativas y que tiene un gran poder de convocatoria; pero una cosa es llenar plazas y otra, muy distinta, llenar urnas electorales. Por eso me parece que las temerarias acusaciones de fraude que ha hecho este agitador excelso son, más que una denuncia, un seguro para justificar una votación que podría no serle tan favorable. En todo caso, está jugando con fuego.

Si una encuesta es la foto de un momento, en la era de la posverdad y las fake news muchas de esas fotos han quedado pixeladas.

Por otra parte, el caso de Vargas Lleras me parece muy, pero muy raro. Y aunque aclaro que nunca he votado ni votaría por él, no me explico cómo alguien con su trayectoria y semejante exposición mediática –y después de haber repartido cien mil casas gratuitas– esté más cerca del margen de error que de la segunda vuelta. Eso no me queda fácil de digerir.
También me resulta exagerada la languidez con la cual las encuestas pintan a Humberto de la Calle, quien no solo tiene unas propuestas serias, sensatas y ponderadas, sino que es visto por muchos como el mejor preparado para gobernar el país. Es más: en un reciente evento con ‘cacaos’ y empresarios de alto perfil, donde casi todos los candidatos expusieron sus planes de gobierno y respondían las inquietudes de ese calificado auditorio, el más aplaudido fue De la Calle. Por algo habrá sido...
A su vez, Fajardo ha hecho en esta recta final una campaña austera pero alegre y conectada con la gente, con la cual parece que ha recuperado terreno. Si bien, en un país acostumbrado a la polarización, muchos lo acusan de tibio, no hay que olvidar que con esa misma tibieza fue capaz de derrotar al uribismo en su propio patio en 2011, cuando ganó la alcaldía de Medellín y la gobernación de Antioquia.
Así que los que ven a Duque presidente en primera vuelta es mejor que todavía no canten victoria, porque esto puede estar más parejo de lo que ellos quisieran. Además, el pobre Duque debe tener en cuenta que la larga sombra de su patrón, que da muchos votos, también quita muchos puntos.
* * * *
Colofón. La reelección de Nicolás Maduro no fue polémica, ni controvertida ni escandalosa. No, señores; llamemos las cosas por su nombre: fue amañada, tramposa e ilegítima, y solo sirvió para ratificar el carácter totalitario de su régimen de papel.
VLADDO
Vladdo .
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