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¿En el peor de los mundos?

Cómo espera pasar a segunda vuelta si en las encuestas apenas registra unos pocos puntos.

A escasos días de la primera vuelta para elegir presidente de Colombia, el panorama político nacional se revuelve entre fantasías, imprecisiones, cueros al sol, vaguedades y ‘pistolas’, amasijo donde no hay una postración política, ética y aun jurídica mayor que la del liberalismo, otrora legítimamente dirigido, doctrinado y programático, con vocación de poder, baluarte de la igualdad, los derechos de todos y el pleno ejercicio de las libertades para una vida garantizada en democracia.
Ante tan lamentable realidad es inmenso el sentir ciudadano, latente en las encuestas, de que la histórica colectividad podría desaparecer de la escena política, básicamente por estas razones, incontrastables:
a) La carencia de una jefatura idónea para conducirla como auténtico partido político; b) la salida de sus filas de reconocidos líderes, dispuesta por el mañoso arbitrio de un ‘director’ que no vive en Colombia y cuya única tarea es seguir ambientando el inmediato Minhacienda y la posterior presidencia para su retoño en el período 22-26; y c) la masiva desconfianza y el legítimo rechazo de las bases en fallidos dirigentes que solo estilan descrédito y prácticas perversas en el quehacer político.

Duele decirlo, pero, a menos que un sismo electoral de última hora genere ‘alzamiento en almas’ a favor de De la Calle, en pocos días él lamentará su ingenuidad.

Sin mayor escrúpulo, en reciente entrevista para este diario, el doctor César Gaviria se autoeximió de responsabilidad en la inminente derrota electoral del liberalismo. Atribuyó a terceros, como Sergio Fajardo, su mayestática decisión, siempre in pectore, de abortar una coalición de centroizquierda con un ápice siquiera de opción para las presidenciales; y, lo que es aún más censurable, reconoció que si ‘su’ candidato no va a segunda vuelta (algo que desafortunadamente ya se ve tan inminente como que mañana saldrá el sol), la colectividad oirá propuestas (burocráticas, claro) para decidir a quién apoyar en la recta final.
Dos días después, el mismo expresidente Gaviria, con su reconocida entereza de carácter y no menor capacidad histriónica, apareció en medios con la “bancada liberal en pleno” y (¡con el coraje, la inteligencia y pulcritud de un Uribe Uribe, un Gaitán o un López Michelsen!) proclamó vehemente que por gracia suya el Partido Liberal, con absoluta seguridad férreamente unido y en solitario, irá a las urnas con ‘su’ candidato, y que, en la remotísima probabilidad de no alcanzar la presidencia, deberá ser llamado al Gobierno por quien gane (oigan bien Duque, Petro, Fajardo, Vargas), so pena de hacerle imposible el ejercicio del mandato. “¡Porque somos la mayoría!”, agregó.
El así ‘ungido’ candidato De la Calle, ciudadano respetable con carrera burocrática al servicio de variadas denominaciones partidistas, pero sin mayor trayectoria ni habilidad política, yo creo que sigue sin entender: a qué horas se dejó montar solo en esta vacaloca de artificios para bajarse de la cual hubiera tenido que pagar 44.000 millones de pesos; cómo espera pasar a segunda vuelta si en las encuestas apenas registra unos pocos puntos; porqué su ego le pudo a la sindéresis para ‘ganar’ una consulta cerrada que en realidad perdió; cómo evitar la certeza que lo trasnocha de que muchos de sus recientes adeptos ya decidieron irse a otras toldas; por qué nadie lo quiso llevar en alianza; por qué no le fue suficiente la gratitud nacional por su gestión pro paz en La Habana; y por qué seguir creyendo que ¡mínima opinión es igual a gigantes maquinarias!
Duele decirlo, pero, a menos que un sismo electoral de última hora genere ‘alzamiento en almas’ a favor de De la Calle, en pocos días él lamentará su ingenuidad mientras Gaviria, por boca de Gómez Amín, anuncia así otra visita suya al país: “Ya vine de donde andaba / se me concedió volver...”, ¿al funeral del partido?
VÍCTOR MANUEL RUIZ
vimaruiz@hotmail.com
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