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Vamos por el ser humano

El texto de los acuerdos de paz no se entiende sin conocer el núcleo del contexto que le da sentido.

Francisco de Roux
El texto de los acuerdos de paz no se entiende sin conocer el núcleo del contexto que le da sentido. Aquí lo presento. Como lo veo. Para ayudar a una decisión.
Las conversaciones de La Habana empezaron sin centrarse en el problema fundamental. Las Farc iban tras cambios estructurales que justificaban la insurrección: otro sistema económico, reforma agraria radical, transformación del ejército y del sistema político, nueva Constitución antes de dejar las armas. El Gobierno, por su parte, estaba en la tarea de incorporar lo viable de esas exigencias, más las demandas de la sociedad a las Farc, dentro del Estado de derecho institucional.
En el diálogo polarizado muchas cosas fueron a dar al congelador, como pendientes que referían a los grandes problemas estructurales nunca resueltos que nos colocan entre los países más excluyentes, más inequitativos, más corruptos, más impunes, más destructores de la naturaleza y primeros productores de hoja de coca.
Estando así las cosas, llegaron a La Habana los sobrevivientes de la guerra. Mujeres y hombres valientes que hicieron sentir que antes que los grandes problemas estructurales había un problema más grave, más fundamental, que debíamos resolver primero o de lo contrario toda construcción sería sobre arenas movedizas. Ellas y ellos mostraron descarnadamente, con el testimonio de su dolor por los familiares asesinados, los años horribles de secuestro, las piernas mutiladas, las mujeres abusadas, los pueblos masacrados, los niños usados para matar, que el problema de fondo ha sido y sigue siendo la incapacidad de reconocernos como seres humanos con igual valor y dignidad. Por eso la desconfianza, el desprecio, la capacidad de destruirnos siendo la misma sangre y la misma carne colombiana, evidenciada en las ocho millones de víctimas que gritan al mundo lo que somos.
La Habana puso entonces en el centro el problema fundamental. Y lo enfrentó, no entre adversarios sociales o políticos, sino entre enemigos a muerte, cuando colocó frente a frente a los jefes militares de lado y lado. Entonces se fue al fondo. Hasta poner en marcha la solución de la más grave de las fracturas estructurales: nosotros mismos. En un logro único, porque nunca habíamos solucionado en diálogo problemas estructurales. El logro de no más víctimas, no más repetición, no más guerra, ya.
A partir de ese momento, todos los acuerdos buscaron al ser humano. Se crearon la comisión de verdad y aceptación de responsabilidades, la comisión de entrega de todos los desaparecidos, la comisión de mujeres como primeras víctimas de la guerra y el cuidado de quienes por identidad de género han sido objeto de las limpiezas sociales; la justicia transicional para asegurar a todos la verdad, la reparación, la no repetición y la no impunidad por el juicio de tribunales especiales cuyas sentencias quedan a la mira de las cortes internacionales. Por eso el Ejército y la Policía asumieron con grandeza ser guardias del ser humano y de quienes fueron sus enemigos en una patria reconciliada. Por eso se dio prelación a las víctimas en el fondo de tierras, protección a las organizaciones excluidas, circunscripción especial a las comunidades sometidas al terror y el silencio. Por eso los pendientes del congelador no se abandonaron, sino que quedaron para ser enfrentados paulatinamente, en la lucha política democrática, fundamentada en el pacto por el ser humano.
Este es el verdadero logro profundo de La Habana. El más importante. Lo que vamos a aceptar o rechazar en el plebiscito. Lo demás se construirá a partir de aquí. No sabemos hasta dónde nos pueda llevar esta fidelidad al ser humano. Pero ¿hay acaso otro camino para reconstruirnos y para recuperar nuestra dignidad como pueblo ante las naciones del mundo?
Francisco de Roux
Francisco de Roux
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