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Vamo a calmarno

En vez de indignarnos o avergonzarnos, tratemos de dominar a la bestia que tenemos dentro.

Adolfo Zableh
El tema con los indignados con la victoria de Trump, del brexit, del ‘No’ y de todo lo malo que, según ellos, pasa en el mundo es que cansan. Todos bienpensados, bondadosos y de avanzada, como si el mundo fuera un mal lugar a pesar de ellos y sus virtudes.
No sé quién los nombró los buenos ni en qué momento empezaron a sentir que el resto del planeta no sabía nada de nada y que las cosas debían ser como ellos creen. Pro o anti-Trump, a favor o en contra del proceso de paz, de derecha, de izquierda o de centro, todos somos lo mismo. Cada uno se siente en lo cierto, peleando por lo justo. Acá no hay ni buenos ni malos, hay fanáticos más bien. Entre las muchas cosas que nos trajo la modernidad está el extremista de las causas buenas, tan peligroso como cualquier otro radical. Para descalificar la victoria de Trump ridiculizan a quienes votaron por él. 'White trash' y 'rednecks' los llaman. Se burlan de su condición y de su ignorancia, lo que es racismo y soberbia, pero a la inversa.
No sobraría empezar a pensar que cada uno a su manera está lleno de prejuicios y teme a lo diferente. También, asumir sin remordimiento lo obvio: que somos violentos, racistas, egoístas y de corto vuelo mental; por eso África es pobre, vemos a todo árabe como terrorista, golpeamos a las mujeres, abusamos del débil, niños incluidos, y Trump es presidente pese a que humilló verbalmente a todo el que se le opuso. En vez de indignarnos o avergonzarnos, tratemos de dominar a la bestia que tenemos dentro.
Lo sorprendente más bien es que haya gente que predique amor cuando lo natural es que nos matemos. Es increíble la vocación de autodestrucción que tiene el hombre, que acaba no solo con los bosques y la capa de ozono, sino con el otro, con las relaciones afectivas y con él mismo, aunque sea con comida. También sorprende que el mundo sea un caos después de miles de años de evolución, de guerras, crisis económicas y hambrunas. Difícil entender que en este punto no hayamos asimilado que la mejor forma de avanzar es con el otro y no contra el otro, quién sabe si el tiempo nos alcance.
O quizá sí lo sabemos, solo que nos resulta más sencillo mirar hacia otro lado. Cada vez que compramos una camiseta de fútbol de 270.000 pesos y no cuestionamos que por patear un balón Messi se gane 40 millones de euros al año. Cada vez que escogemos comprar el nuevo juguete tecnológico o la nueva colección de ropa barata por encima del bienestar de la persona que lo hizo en condiciones de semiesclavitud; cada vez que empezamos a celebrar la Navidad en noviembre, que condenamos a la guerrilla y los paramilitares, pero a escondidas nos metemos un pase de perico; cada vez que usamos la tarjeta de crédito o hacemos un giro bancario; cada vez que vemos una noticia y nos la creemos o un comercial y nos enternecemos alimentamos a ese monstruo que creamos y que nos está devorando. Los medios, las religiones, los gobiernos y el sistema financiero no son malos, mal está la forma en que los empoderamos. Luego está la publicidad, uno de los peores males del planeta, solo que no la vemos como tal; por eso prevalece. Los que hemos trabajado para la publicidad estamos acabando con el mundo, pero nos importa un carajo. Además, necesitamos comer.
La victoria de Trump y las demás cosas que los tienen tan compungidos no son otra cosa que la vida diciéndoles lo mismo que yo les he dicho siempre: tenemos que calmarnos. No mantener la calma es peor que el cáncer. Nos hablan de un dios hecho hombre y nos exaltamos, sale el iPhone 7 y nos alborotamos, vemos a alguien que luce, habla o piensa diferente y no sabemos qué hacer. Tratemos de entender antes que juzgar, pensemos antes de actuar, o para que me entiendan en esta, la era de los memes, ‘vamo a calmarno’.
Adolfo Zableh
Adolfo Zableh
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