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Una agenda mediática adversa

Es bueno que la guerrilla controle su euforia mediática y coadyuve a aclimatar una pedagogía de paz.

Colombia vive un momento estratégico decisivo para su futuro. No se requieren encuestas para darnos cuenta de la coyuntura crítica y la importancia de lo que está en juego. Se explora la posibilidad de cerrar el conflicto armado, escenario donde están presentes variables que inciden dentro y fuera de las conversaciones en curso. Menciono una: la búsqueda de la paz, que aún no une lo suficiente y, más bien, polariza lo necesario para debilitar la unidad nacional.
Lo cierto no es un sentir de todos, aunque se diga lo contrario en la galería de egos y protagonismos fútiles, y se afirme con un descoco inocultable.
Eso parece importar poco a la guerrilla. Una parte, de por sí, acomodada en La Habana, sentada en una mesa de conversaciones que se percibe interminable. Inmersa en un terrorismo indiscriminado de daños ambientales inconmensurables y colaterales hacia la población campesina que es en últimas, la que paga las consecuencias de sus actos irracionales. Se aprecia intransigente en sus planteamientos públicos. Desconocedora de la institucionalidad a la cual dizque aspira a regresar. Distractora de opinión, y sumadas las descalificaciones desobligantes que profiere por doquier. Soportado todo en una tribuna política mediática signada por la intemperancia y un sesgo contestatario de nunca acabar, que no genera confianza y solo crea incertidumbre y rechazo total.
En sí, es una agenda mediática adversa. Que cansa, confunde, distorsiona la realidad, desvirtúa la discusión real y aporta poco a la causa de la paz. Una retórica sin fin, ajena a cualquier ilustración sensata que permita generar un ambiente favorable al proceso. Con el discurso de la “rebeldía y el alzamiento armado”, pretende justificar lo injustificable: la violencia como método de lucha y la resolución de sus “causas objetivas” para ponerle fin, algo inadmisible. A una mesa de diálogos se llega con el convencimiento de construir una salida política. No es para hacer una pausa estratégica, oxigenarse y obtener dividendos de todo orden. Se arriba para construir una salida digna conjunta, con garantías y condiciones que faciliten el tránsito a la política sin armas. No es para ganar la “revolución” por decreto, otro de los imposibles guerrilleros.
Ya pasó la abstinencia obligada que tuvo la guerrilla para acceder a los medios en los últimos dos lustros. Es bueno que se calme, que controle su euforia mediática y coadyuve a aclimatar una pedagogía de paz, tan necesaria hoy. Al caer en el “síndrome del micrófono”, no lo hace dable; y que la prudencia haga pronta presencia en este contexto. Tal vez es pensar con el deseo, lo más seguro es que así sea. Pero nada cuesta advertir.
Es innegable que hay bombardeo calculado y sostenido hacia la opinión, mediante una “estrategia de medios”. Se habla de todo y se descalifica de oficio. Y hasta se ocultan temores fundados o no, y se hace presión política indebida. No es de extrañar que pretendan una exoneración de culpabilidad anticipada, cuando esta amedrenta el espíritu, y el dedo acusador de la conciencia los señala a diario, por los atropellos cometidos.
No hay que comerle tanto cuento a lo que dicen por fuera de la mesa. Muchos de esos temas no hacen parte de la agenda. Con firmeza, el pueblo demanda avances reales, pues la paciencia es finita. Si la guerrilla pide el cese del fuego, debe apurar la discusión en la subcomisión técnica para que sea definitivo y venga acompañado de la suspensión de hostilidades hacia la población civil. Ese es el camino seguro.
Nota: a este espacio de opinión no llegamos para “emular” a nadie. Solo a opinar, con respeto e independencia. Sin ser áulicos de la intolerancia.
Eduardo Herrera Berbel
*Mayor general (r) del Ejército Nacional de Colombia
eduardoh@cable.net.co
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