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Un techo

Los precios de apartamentos son de escándalo. La mezquindad hace que paguemos de más por un techo.

He jurado encontrar un lugar donde pueda vivir mucho tiempo porque estoy cansado de mudarme. Conozco gente que lleva toda la vida en la misma casa; yo, en cambio, he pasado por nueve apartamentos en quince años. Pero Bogotá está imposible. En países desarrollados se puede vivir y florecer en ocho, diez ciudades distintas; Colombia es tan centralizada que no vivir en la capital puede ser una limitación. No queremos estar en esta ciudad, pero nos toca, por eso se ha vuelto tan caótica y cara.
En estas dos últimas semanas vi de todo: arriendos que no puedo pagar y lugares horribles donde me tiraría por la ventana a los tres días. Para los que no tenemos alma de decorador, es clave que el apartamento desnudo se vea bien. Así, con cuatro pendejadas queda bonito. Ya encontré uno, y le pedí a la inquilina que dejara los chazos en las paredes para yo poner cuadros en el mismo lugar donde ella tenía. Nunca he tenido cuadros en mi casa, no puedo hacerles huecos a las paredes porque el apartamento es un refugio, como el útero, y poner un clavo sería hacerle daño a mi madre. Cosas que hablo con mi psicóloga.
El punto es que los precios de los apartamentos son de escándalo. Las personas viven alardeando de que encontraron un apartamentazo en el Chicó con dos cuartos y tres baños por lo que se alquilaría una habitación en estrato dos, pero es mentira, lo afirman para hacer sentir mal a los demás. Lo sé porque yo aplico la misma. A cada apartamento donde he vivido le he quitado 400.000 pesos de arriendo y le he aumentado 20 metros cuadrados para que mis amigos se sientan como unos perdedores.
Versiones sobre la trepada de los precios hay tantas como entes estudiando el caso. En estas semanas he leído versiones de Fedesarrollo, Anif, Fedelonjas, Camacol y la Secretaría de Planeación; teorías que van desde la escasez de tierras hasta la cantidad de extranjeros que han llegado a la ciudad. Por su parte, el Ministro de Vivienda y los constructores aseguran que no hay burbuja inmobiliaria, lo que significa que sí hay. Cuando todos pagamos diez pesos por algo que vale cinco, eso es una burbuja.
De lo que no se habla es de la avaricia y el robo, factores claves para que cualquier producto, diga usted la gasolina o un pasaje de avión en temporada alta, sea más caro que lo que indica la lógica. La mezquindad también ha hecho que paguemos de más por un techo. Uno va a ver un apartamento y ofende el tonito con el que lo muestran. Le dicen que tiene depósito y garaje, como si fuera algo exótico y no lo básico. A mí me han vendido el árbol del frente del edificio como si fuera el Jardín Botánico, y el salón comunal como si se tratara del salón de recepciones del palacio de Buckingham, cuando hacer un evento en el salón comunal del edificio es perder la dignidad. Acá piden tres millones de arriendo por 60 metros cuadrados, y no se les mueve un músculo de la cara. No sé cómo hacen para dormir, yo no tengo los cojones para estafar así de frente. El otro día leí que con lo que se compra hoy un apartamento, hace diez años se adquirían dos y medio. No fue hace mucho. Hace diez años, Falcao y Messi apenas despuntaban.
Manejamos precios de primer mundo siendo del tercero. Nos creemos Luxemburgo porque allá el primer ministro se casó con su novio y acá un par de funcionarios han salido del clóset, pero la verdad es que somos Afganistán: todo está roto por la guerra y a las mujeres les echamos ácido. Cómo no va a haber burbuja, si mi padre costeaba una casa de cuatro cuartos y tres baños, y eso que mi madre no trabajaba. Para tener una casa así hoy, toca ser rico; si acaso alcanza para un loft de esos horribles donde se oye lo que hace el vecino. La vida siempre ha sido difícil, solo que ahora está más cara.
Adolfo Zableh Durán
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