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Un lánguido 3 %

Incapaz de reducir la burocracia, el Gobierno recorta en infraestructura e inversión social.

Mauricio Vargas
La economía no va bien. Lo acaba de confirmar el Fondo Monetario Internacional al rebajar la proyección de crecimiento de Colombia este año a un lánguido 3 por ciento. “No es tan malo”, dicen algunos incautos que comparan esa cifra con las de economías desarrolladas. Olvidan que un país del tercer mundo necesita crecer por encima del 4 por ciento si quiere bajar el desempleo y reducir la pobreza. Al crecer 3 por ciento, garantizamos que el desempleo siga alto –uno de los mayores de la región– y que la cantidad de colombianos pobres –que venía en descenso desde inicios de la década pasada– se mantenga o incluso vuelva a crecer.
El panorama no pinta mejor para el año entrante. El Gobierno llevará al Congreso un proyecto de presupuesto para el 2016, con una durísima reducción de la inversión: pasa de 45,8 billones de pesos este año a 40,6 billones el entrante. Habrá menos recursos para vías, vivienda e inversión social, en un país lleno de carencias en estos campos.
Por el contrario, los gastos de funcionamiento pasan de 117,7 billones a 126,6 billones, un crecimiento de casi 9 billones. Semejante contraste muestra la terrible trampa en que está atrapado el Estado colombiano: incapaz de reducir la burocracia ni los gastos fijos asociados a ella, cuando llegan las vacas flacas el Gobierno se ve obligado a recortar en infraestructura y sector social, justo donde más hace falta la plata.
Las vacas flacas llegaron porque el precio del petróleo cayó de más de 100 dólares el barril a los escasos 52 en que anda ahora. Y como China, el gran motor de la economía mundial en los años recientes por el gigantesco aumento de su demanda de productos básicos, ha bajado su crecimiento de 10 por ciento a menos de 7 por ciento anual, los precios de materias primas y otros bienes que Colombia exporta también cayeron. Las ventas al exterior bajaron más del 30 por ciento en el primer trimestre del año.
Hay otras razones para la mediocre marcha de la economía del país: la principal es la improvisada reforma tributaria de fines del 2014. Castigó durísimo la inversión de las empresas, que habría podido generar empleo y sostener la demanda interna para compensar el frenazo exportador. “La plata que íbamos a invertir en ampliar nuestra planta se la llevó la Dian”, me explicó un empresario caleño.
Si al menos esos recursos derivados del alza de impuestos sirvieran para mantener los niveles de inversión pública en carreteras y sector social, habría compensación. Pero está claro que para el 2016 no será así: el Gobierno, cargado de compromisos para suministrar ‘mermelada’ a los políticos que apoyaron la reelección, no puede tocar la burocracia, que creció muchísimo en el 2013 y el 2014, y solo le queda recortar en inversión.
En pocos frentes se mantendrán los niveles de inversión. Uno de ellos es el Fondo Adaptación, que –gran ironía– ha demostrado lentitud e ineficiencia a la hora de ejecutar. “Ese fondo va camino de convertirse en la caja menor de muchos políticos, con contraticos sueltos aquí y allá”, me dijo una fuente del equipo económico, crítica anónima de esa decisión. Quizás eso explique que no lo toquen.
El Estado colombiano es como una familia que desperdicia luz y agua, gasta en exceso en celulares, ropa y restaurantes, anda en costosos carros y viaja en clase ejecutiva, y un buen día descubre que no le alcanza para pagar la cuota de la casa. En muchos sectores hay altos funcionarios llenos de asesores, carros blindados, escoltas, varios celulares y, claro está, contratistas socios de políticos que se quedan con una buena tajada del presupuesto. El Gobierno está en mora de asumir un duro recorte de sus gastos de funcionamiento. Pero me temo que no lo hará. Es más fácil recortar en inversión porque, al dejar intacta la burocracia, los políticos de la ‘mermelada’ se quedan tranquilos.
Mauricio Vargas
Mauricio Vargas
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