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Soto Aparicio se despide de la vida

En 'Bitácora del agonizante' está la palabra de un escritor que todavía tiene fe en la vida.

José Miguel Alzate
La editorial Panamericana acaba de publicar un libro: ‘Bitácora del agonizante’, escrito por Fernando Soto Aparicio. No tendría nada de especial esta obra si fuera una de las tantas que en ochenta y dos años de fructífera vida literaria ha escrito el novelista oriundo de Santa Rosa de Viterbo.
Este libro es especial porque en sus páginas el autor de ‘La rebelión de las ratas’ se está despidiendo de la vida. Sí, así como se lee. Desde hace cerca de seis meses el escritor viene padeciendo un cáncer que lo está consumiendo poco a poco. Y, en medio de la lucidez mental que todavía conserva, viene escribiendo unos poemas a manera de Salmos sobre el dolor que le causa la enfermedad. Son poemas donde expresa esa angustia de saber que está caminando por el oscuro túnel de la muerte.
En la introducción del libro aparece un texto revelador sobre el momento que vive el novelista que ha tomado la realidad social de América Latina como motivo de sus reflexiones literarias. Se llama ‘Umbral para la entrada’. Son palabras escritas por un novelista que mira asombrado cómo todo a su alrededor se va convirtiendo en sombras, iluminadas apenas por el recuerdo de esos personajes femeninos que trascienden en sus novelas. Mujeres que desde las páginas de sus libros se han convertido en símbolo. Así las describe el escritor: “Esas mujeres, representación viva de todos los pecados y todas las virtudes, son las que ahora me ayudan, me sostienen, me animan, lloran a mi lado, y conmigo esperan aun cuando ya no queda una esperanza”.
Es conmovedor leer cómo un escritor que a través de su narrativa siempre envió a sus lectores mensajes de esperanza se resigna a que se cumpla el designio divino de abandonar este mundo. En esos Salmos numerados que aparecen en este libro está la voz angustiada de un hombre que reflexiona sobre la vida y la muerte. Leámoslo: “La muerte y la vida son hermanas gemelas, que avanzan de la mano. La una no existe sin la otra. Vemos a la vida como un amanecer permanente, una cosecha de duraznos, la clarinada de los gallos en el comienzo de la alborada. Y a la muerte como un foso oscuro en cuyo fondo no sabemos si existe el agua; o un túnel que puede tener una entrada pero que quizá jamás podrá tener una salida, o una noche para la que no existirá la madrugada”.
Estos poemas cortos que Fernando Soto Aparicio ha ido escribiendo en medio de su padecimiento, afligido por esa sensación de impotencia al saber que ya nada puede hacer la medicina para devolverle la esperanza, son un testimonio de vida de un hombre que ve desesperanzado cómo la luz se le va apagando lentamente. Pero son también un testamento de su paso por la vida. Versos donde el poeta que es Soto Aparicio canta sobre lo que fue su tránsito vital, sobre sus preocupaciones existenciales, sobre las cosas que conturban su espíritu. Veamos, como ejemplo, esto que dice en el Salmo VIII: “Fui un camino que supo abrir muchos caminos/; la queja que hizo suyos los dolores ajenos/; una mano tendida para que en otras manos/ las antorchas prendieran sus palabras de fuego”.
En ‘Bitácora del agonizante’ está la palabra de un escritor que no obstante los dolores que agobian su cuerpo todavía tiene fe en la vida, y se resiste a creer que está próxima su partida. Para Soto Aparicio morir es lo más cierto de la vida. Sin embargo, dice: “No es justo que para llegar a la muerte se obligue a los seres humanos a un sufrimiento desmedido”. Entonces se pregunta: “¿Qué sentido tiene el dolor? Y él mismo se responde: “Ninguno”. Y agrega: “Es una maldición que no debe caerle encima a una persona indefensa”. El autor de “Camino que anda”, esa novela que interpreta el pasado de América a través de cuatro personajes femeninos que llevan el nombre Amanecer, dice que “morir debería ser, para el que muere, tan fácil como nacer, para el que nace”.
En las páginas finales del libro hay un hermoso texto sobre la muerte, se llama ‘Umbral para la salida’. Son las palabras de un hombre que ya se está despidiendo de la vida, y con un lenguaje que es expresión de su angustia quiere decirle adiós a la existencia. Mientras dice que todos sus libros los escribió para exaltar la vida, se pregunta sí este último lo escribió como un canto a la muerte. Soto Aparicio afirma que todos los seres humanos le tenemos miedo a la visita definitiva. Al respecto se pregunta: “¿Qué hay más allá? ¿Unos ojos ciegos, una boca sin voz, unos brazos estériles para los abrazos?” El escritor dice en este libro que los seres humanos “quemamos la vida como un cohete de luces de bengala” sin pensar que la muerte llegará un día para truncar nuestros sueños.
José Miguel Alzate
José Miguel Alzate
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