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Solidaridad

La cadena perpetua para violadores alivia en parte. Pero el problema debe afrontarse desde el hogar.

Frente al trágico final de un equipo brasileño de futbol y de un grupo de acompañantes, fueron de verdad admirables tanto la tarea de los socorristas que acudieron al lugar del accidente a auxiliar a las víctimas como el sincero dolor del pueblo antioqueño, que se volcó generoso a ayudar y lloró a los muertos, como si fueran parte de su propia familia. Fue tan emocionante, tan sincero y espontaneo ese despliegue de solidaridad que el Ministro de Relaciones Exteriores y los funcionarios del Brasil que vinieron a ocuparse de la tragedia agradecieron llorando esa actitud tan solidaria.
Aunque en Colombia nos acostumbramos a que todos los días y a toda hora ocurra alguna tragedia, hace una semana el país se estremeció al saber que una niña de 7 años, Yuliana Andrea Samboní, habitante de un barrio de invasión en donde su padres se habían instalado en busca de una mejor situación que la que vivían en el Cauca, había sido secuestrada, torturada, violada y asesinada por un arquitecto bogotano de estrato 6 en un lujoso apartamento en donde había hasta jacuzzi. Y dicen las autoridades que encontraron el cadáver de la niña escondido detrás del jacuzzi.
En este caso tan aterrador, la solidaridad con la familia Samboní ha sido nacional. Pocas veces un crimen había despertado tanto dolor y tanta indignación. En el barrio Bosque Calderón, en donde habitaba la niña, frente al apartamento en donde fue asesinada, en la plazoleta de la clínica en donde estuvo temporalmente recluido el posible asesino, la gente se agolpó para expresarles su solidaridad a los padres de la niña y para pedir a gritos que se aplique la pena máxima al violador que de manera tan atroz acabó con la existencia de una niña que apenas comenzaba a vivir. Y en El Tambo, Cauca, en donde enterraron  a Yuliana, todo el pueblo salió a decirle adiós y a acompañar a sus padres.
Este crimen atroz, divulgado y analizado en prensa, radio y TV, a través de debates, entrevistas, mesas redondas, etc., ojalá obligue a que padres de familia, maestros y autoridades civiles y militares cuiden más a los niños y los eduquen mejor. Y ojalá que las leyes se apliquen teniendo en cuenta que los violadores padecen lo que el científico Mauro Torres –quien se dedica a estudiar las facultades mentales del cerebro humano– llama compulsión.
Según el especialista, “la compulsión es una poderosa fuerza mental que empuja violentamente a quien la padece a realizar comportamientos patológicos”.
Esto quiere decir que los violadores son un peligro público y, por lo tanto, deben vivir aislados de la sociedad. Por eso, la congresista Gilma Jiménez, quien trabajó tanto en favor de los de niños, luchó hasta su muerte para que en Colombia se impusiera cadena perpetua a los violadores. Como también lo propone Cristina Plazas, directora del ICBF.
La cadena perpetua para violadores alivia en parte a la sociedad. Pero el problema debe afrontarse desde el hogar. “Hay que evitar que niños y jóvenes, que nacieron con predisposición a sufrir compulsiones, las padezcan en el futuro”, dice el médico Mauro Torres. Luego padres y maestros deberán atender más y mejor a los niños, y así detectar a tiempo conductas indeseables que luego causan verdaderos desastres, como se ha visto.
Volviendo a la solidaridad, los colombianos debemos demostrarla, unos con otros, en este umbral del posconflicto, para construir entre todos una nueva Colombia, más igualitaria y menos injusta. Unidos: afrodescendientes, indígenas, civiles, militares, excombatientes, ayudaremos a reconstruir regiones destruidas y a que tierras olvidadas produzcan nuevos frutos. El 2017 será el año del cambio.
Lucy Nieto de Samper
lucynietods@gmail.com
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