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Sí se puede exportar

Los aranceles agrícolas colombianos aíslan la producción nacional de la internacional.

Mi admirado amigo y respetado economista Carlos Caballero Argáez, en su columna del 13-6-15, escribió sobre la necesidad de introducir “racionalidad en los aranceles de importación”. Usa como ejemplo el azúcar, con afirmaciones promovidas por representantes de la industria de alimentos que han desinformado al país.
De acuerdo con el Dane, si bien el precio del azúcar ha repuntado en los últimos meses, dicho aumento no alcanzó a compensar la reducción de años anteriores, de tal manera que, por ejemplo, durante lo corrido del actual gobierno, entre agosto del 2010 y abril del 2015, el precio del azúcar se redujo 6 por ciento. En contraste, el precio de los confites y chocolates aumentó 9 por ciento en el mismo periodo, lo que quiere decir que la reducción del precio del azúcar se quedó en la industria usuaria de ese azúcar y jamás fue transmitida a sus consumidores.
Se menciona, además, una supuesta relación entre el azúcar y la salida del país de Chiclets Adams. Lo cierto es que tanto la empresa como la Ministra de Comercio y la Andi confirmaron públicamente que fueron otras las razones de su salida. Sería imposible que fuera por el azúcar, cuando este último redujo en 6 por ciento su precio en los últimos 4 años y medio. Y menos si se tiene en cuenta que la empresa trasladó su operación a México, donde el precio del azúcar es y ha sido históricamente más elevado que en Colombia, debido a que comparte su política azucarera con Estados Unidos, con aranceles que en la actualidad se aproximan a 130 por ciento.
El artículo refiere, asimismo, que los aranceles agrícolas colombianos aíslan la producción nacional de la internacional, son más altos que en países Ocde y que en el mundo entero se están reduciendo progresivamente. Nada más alejado de la realidad.
El sistema de franjas de precios, creado por los países de la Comunidad Andina para estabilizar el costo de importación de un centenar de productos agrícolas, expone completamente la producción nacional colombiana a la competencia externa, al llevar el arancel hasta cero cuando los precios internacionales se elevan. Eso no sucede ni en el principal productor mundial, que es Brasil, que en esos momentos mantiene su arancel fijo.
A su vez, el sistema eleva el arancel cuando los precios internacionales caen, como consecuencia del sinnúmero de distorsiones que le introducen al mercado los principales productores y consumidores del mundo azucarero, en especial los países Ocde (altos aranceles, cuotas de producción, mercado e importaciones, subsidios, etc.). En esos momentos, los precios internacionales se tornan artificiales y caen por debajo de los costos de producción de cualquier país del mundo, de tal manera que la franja cierra su ciclo en defensa tanto de consumidores como de productores nacionales.
Por su parte, la industria de confitería y chocolatería cuenta con el Plan Vallejo, que le permite adquirir materias primas sin aranceles para sus productos de exportación. Este mecanismo y el hecho de contar con una eficiente agroindustria azucarera nacional, que le garantiza un suministro permanente en condiciones favorables, contribuyeron a que las exportaciones de confites y chocolates superaran los 500 millones de dólares en el 2014 y crecieran a un ritmo promedio de 12 por ciento anual desde el año 2000.
A ello se suma que en el TLC con EE. UU. la confitería y chocolatería lograron pleno acceso, lo que no se pudo en el caso del azúcar debido al proteccionismo de ese país. Es decir, la industria de confitería y chocolatería compra insumos a precio internacional y no paga aranceles para ingresar a EE. UU., donde compite con empresas que compran azúcar a un precio mucho mayor que en Colombia, en un mercado con más de 300 millones de habitantes y un poder adquisitivo siete veces mayor.
Entonces, sí se puede exportar, y bajo condiciones muy favorables.
Luis Fernando Londoño C.
* Exministro de Agricultura, presidente de la junta de la SAC y presidente de Asocaña
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