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Desalentador panorama hemisférico

La asistencia económica a otras naciones es solidaridad con la gente que tiene trabajos miserables.

Sergio Muñoz Bata
Esta semana, el Gobierno de Estados Unidos les pedirá a los de México, Colombia, Guatemala, Honduras y El Salvador que hagan más con menos. Lo más probable, sin embargo, es que sus problemas se agudicen y sus soluciones se pospongan indefinidamente.

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Justo en el momento en que la administración de Donald Trump ha anunciado cuatro medidas que afectan directamente a la región, se inaugura en Miami una Conferencia sobre Prosperidad y Seguridad cuyo propósito es buscar el apoyo del sector privado para construir una nueva agenda que impulse el crecimiento económico y la creación de trabajos en el llamado ‘Triángulo del norte’ centroamericano.
Mientras tanto, los recortes de la asistencia económica a los países de América Latina, la reducción del flujo migratorio, las deportaciones masivas, incluyendo las de criminales, y la suspensión de los procesos de solicitudes de asilo para menores de edad son medidas que tendrán un impacto inmediato y devastador. Y si a esto se le suman la hostilidad que Trump ha mostrado contra México, la decisión de revertir la apertura hacia Cuba y la indiferencia de la actual administración estadounidense hacia el resto del continente, el panorama de las relaciones hemisféricas no luce alentador.

Solo un esfuerzo bien coordinado para crear empleos puede sacar a la región del predicamento en que se encuentra

Trump le ha pedido al Congreso que para 2018 recorte en un 37 por ciento el presupuesto de 2016, afectando programas de asistencia económica, humanitaria, militar, policiaca y contra el narcotráfico. Contándola en millones de dólares, la asistencia a México pasaría de 160 en 2016 a 87; en Guatemala, de 131 a 80; en Colombia, de 299 a 251; en Honduras, de 98 a 67; en El Salvador, de 68 a 46; y en Panamá, de 3.346 a 1.200. Por otro lado, se calcula que la construcción de las 1.650 millas del muro en la frontera sur que completarían la fortaleza americana tendrían un costo de aproximadamente 35.000 millones de dólares.
A cuatro meses de la toma de posesión de la nueva administración, el número de arrestos de indocumentados ha subido un 33 por ciento comparado con el año pasado, y aunque la cifra de deportados se ha mantenido en los mismos niveles, hay 8 millones de indocumentados señalados como prioritarios para ser deportados. Por lo pronto, 400 pandilleros ya han sido expulsados, y todo indica que se superará la cifra de 2016, cuando en total se deportó a 534.
Más conmovedora e injusta es la suspensión ordenada por Trump del programa que permitía a los menores de edad cuyos padres residen legalmente en Estados Unidos ingresar al país como refugiados. Y aunque entiendo perfectamente que el contribuyente estadounidense no tiene la obligación de cooperar en el bienestar de los pobres de otras naciones, a mi modo de ver este debería ser un tema de solidaridad con la gente que tiene trabajos miserables y teme a la violencia rampante en sus países.
La situación laboral de los trabajadores en Guatemala, El Salvador y Honduras es crítica, con salarios que oscilan entre 150 y 350 dólares mensuales, y la violencia en estos tres países es solo comparable a la que existe en Venezuela, y los cuatro están a la cabeza de la lista de los más violentos del mundo.
Es indudable que la solución a largo plazo es la que propone la conferencia de Miami. Solo un esfuerzo bien coordinado para crear empleos puede sacar a la región del predicamento en que se encuentra, pero estoy convencido de que las políticas estadounidenses actuales sin duda van a profundizar la crisis centroamericana.
Más aún: mientras no mejore la situación económica y de seguridad de estos países, seguirá la tentación de emigrar al norte para buscar mejores horizontes económicos y mayor seguridad para sus familias, pero ahora enfrentando mayores dificultades y riesgos.
SERGIO MUÑOZ BATA
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