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Ángela Merkel, líder moral de Occidente

Ningún país puede ser el gendarme del mundo. La verdadera fuerza de Occidente viene de su defensa de los valores universales.

Sergio Muñoz Bata
La decisión de Ángela Merkel de postularse para un cuarto periodo como canciller de Alemania en septiembre del próximo año significa, desde mi punto de vista, que ella asume la responsabilidad de ejercer el liderazgo moral del mundo occidental en estos “tiempos difíciles”.
El triunfo de Donald Trump en la elección presidencial estadounidense y lo que esto puede significar para la alianza militar entre América del Norte y los países de Europa occidental; su llamamiento al proteccionismo comercial en EE. UU.; las alarmantes declaraciones del presidente electo que evidencian su desapego al Estado de derecho; su intención manifiesta de volver a hacer uso de la tortura; sus balandronadas que muestran su creencia en la ley del más fuerte; el surgimiento de los partidos de extrema derecha en Europa; la incertidumbre de una Unión Europea sin Gran Bretaña, con una Francia golpeada e incierta, una Italia agobiada económicamente y una Grecia que intenta desesperadamente salir del pantano; la amenaza del terrorismo yihadista interno y externo; la tensa relación entre Turquía y Europa y el resurgimiento del nacionalismo autoritario ruso son tan solo algunos de los difíciles retos que Merkel ha decidido enfrentar como Canciller del país más poderoso de Europa.
Poderoso no en términos de ejércitos o de arsenales nucleares, sino por su adhesión a esos valores fundamentales de la civilización occidental, los mismos que remarcó en su carta de felicitación a Trump: “a la democracia, a la libertad, al respeto a la ley y a la dignidad de los seres humanos independientemente de su origen, del color de su piel, de su religión, de su género u orientación sexual o creencias políticas”.
Esta es su plataforma, y quienes supusieron que su generosa postura de bienvenida al torrente de refugiados de guerras y catástrofes que tocaba a las puertas de Europa la hundiría políticamente se equivocaron. Hoy, entre un 52 y un 71 por ciento de los alemanes valoran su trabajo.
Lo mismo piensa el presidente Barack Obama, que decidió que su gira de despedida por el continente europeo debía concluir en Alemania, de la cual dijo Obama que “probablemente sea la aliada internacional más cercana en los últimos ocho años”.
Para el historiador británico Timothy Garton Ash, es evidente que en estos tiempos de incertidumbre la Canciller alemana tenía que asumir su liderazgo: “La expresión ‘líder del mundo libre’ suele aplicarse al Presidente de Estados Unidos, a menudo con ironía. Me atrevería a decir que a partir de ahora el líder del mundo libre es Ángela Merkel”.
Es poco factible, si no es que imposible, pensar que el aislacionismo de Trump llevará a Alemania a un crecimiento desmesurado de su poderío militar. Su terrible pasado y su próspero presente lo impedirían. No obstante, dadas las amenazas de Trump de retirar el apoyo de Estados Unidos a la seguridad europea, Alemania y la mayor parte de los países europeos tendrán que aumentar su gasto militar en vez de dedicarlo a la educación, a la ciencia, a la cultura.
Pero Alemania no podrá asumir su liderazgo mundial sola, sino que debe fortalecer sus vínculos políticos, comerciales y militares con el resto de Europa y sobre todo con la Canadá del primer ministro Justin Trudeau y con Australia, Japón y la India. Países comprometidos en la defensa de los principios democráticos de Occidente.
Las aventuras intervencionistas de EE. UU. en Vietnam, Irak y Afganistán mostraron con claridad que EE. UU. no puede ser el gendarme del mundo. La verdadera fuerza de Occidente viene de su defensa de valores universales y como escribió The New York Times: “La elección de Donald Trump hace que Ángela Merkel sea la última defensora de los valores humanistas de Occidente”.
Sergio Muñoz
Sergio Muñoz Bata
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