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Se atrevieron al perdón

¿Se puede detener lo que ha parado la guerra atroz que nunca pudimos parar?

Francisco de Roux
El sábado, en la iglesia de San Francisco en Cali, las familias de los 11 diputados secuestrados y asesinados y hombres y mujeres de las Farc dieron un paso audaz de reconciliación que era difícil para todos.
La tarde anterior, las familias habían descargado ante los guerrilleros la inmensidad de su dolor y el reclamo de justicia, y mantuvieron con altura serena la memoria viva de la tragedia durante la ceremonia ecuménica presidida por monseñor Darío Monsalve. Al terminar el acto litúrgico, ‘Pablo Catatumbo’ tomó la palabra y con voz convincente reconoció la responsabilidad plena de las Farc por el crimen, y con ello las obligaciones que esto implica; pidió perdón a las familias y a la sociedad del Valle del Cauca, honró a cada uno de los asesinados, pidió igualmente perdón al hogar del policía Carlos Alberto Cendales y a Sigifredo López y su familia, dejando claro que este nunca había sido cómplice ni amigo de la guerrilla, y reiteró la petición de perdón por no haber detenido el montaje de la Fiscalía que llevó a la cárcel al único diputado sobreviviente. Insistió en que era una petición sin condiciones que respetaba la voluntad de las víctimas y de los ciudadanos.
Los familiares respondieron haciendo valer a sus seres queridos asesinados y la gravedad del crimen, reclamaron la totalidad de la verdad y la responsabilidad también del Estado; expresaron con determinación su decisión de creer en el arrepentimiento de las Farc. Y con una sinceridad valiente, salida del dolor, entregaron el perdón.
Nadie calculaba que la paz era tan difícil para las víctimas, que tienen en sus manos la reconciliación del país. Difícil para los victimarios de todos los lados, que han de aceptar responsabilidades con sus consecuencias. Para los del Sí, que perdieron. Para los triunfadores del No, indignados con la refrendación. Para los que marcharon más allá del No y del Sí. Para la Iglesia católica y las demás iglesias. Difícil para los líderes sociales perseguidos a muerte y para los que dejan la guerrilla para enfrentar riesgos incontrolables.
Y sin embargo, y aunque no podamos hacerlo tan bien como soñábamos, aunque la legitimidad del Congreso no es igual a la del pueblo en las urnas, ¿se puede detener lo que ha parado la guerra atroz que nunca pudimos parar? ¿Es razonable destruir el nuevo acuerdo, que incluyó cambios fundamentales y da lugar a actos de reconciliación como este? ¿Es justo demorar el desarme, la amnistía a los no criminales, la entrega de los jóvenes, la verdad y la reparación, cuando todo se puede desplomar por la demora? Estas son preguntas morales que finalmente debe responder la Corte Constitucional en su discernimiento, y también el Presidente como responsable de la paz.
Mucho pensamos que lo sensato es seguir adelante. Que es éticamente equivocado detener el proceso o vulnerarlo con dudas, o con sospechas de origen político o religioso, inferiores ante la gravedad de lo que está en juego. Las dificultades en la implementación son enormes; las incertidumbres, reales; la necesidad de apoyo crítico para hacerlo es urgente, pero la convicción de fondo es que ha llegado el momento de mostrar lo que nos queda de grandeza humana.
Lo de Cali fue uno de los actos de verdad y aceptación de responsabilidad preparados por Sergio Jaramillo, consejero de paz, y que van a multiplicarse en el país. Las familias de los diputados y las Farc dieron un paso difícil y generoso por Colombia. Los han criticado quienes aún tienen miedo o no se atreven o se niegan a creer. Pero ellos se atrevieron, y el acontecimiento del templo de San Francisco es un salto cualitativo que llena de razones nuestra esperanza.
Francisco de Roux
Francisco de Roux
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