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Peligro, siquiatra en contravía

Mientras los exguerrileros tendrán 10 curules, las verdaderas víctimas no tendrán representación.

No es casualidad que al presidente Santos lo hayan echado a coro de “fuera, fuera” de las calles de Cartagena. Las encuestas le dan una desaprobación superior al 70 por ciento y apenas lo aprueba el 19, donde abundan porristas prepagos. De cada 10 colombianos, 8 lo desprecian porque su obra de gobierno es simplemente deplorable. Y él no se ayuda. Cayó muy mal eso de que los colombianos somos “enfermos mentales, que solo vemos las malas noticias”. El vaso medio vacío con que suele delirar.
Creerá el Presidente que el sonoro abucheo se debió a que las camionetas de su comitiva iban en contravía, pero no. Es él quien lleva ocho años nadando contra la corriente. Hasta en el extranjero entienden el quid del asunto: “Los colombianos querían una paz digna y no la sumisión vergonzosa ante los terroristas de las Farc a la que les ha sometido su presidente”, escribió Ramón Pérez Maura en el diario ABC de Madrid. Y lo que más queremos ahora es que su gobierno acabe pronto para taparlo con tierra, como hacen los gatos con sus gracias.
En vez de tildarnos de locos a los que no comulgamos con su paz, el siquiatra Santos podría diagnosticar a algunos de sus amigos comunistas que dan muestras de andar por las nubes, como el famoso periodista Ignacio Ramonet, según el cual “el chavismo está más sólido que nunca y significa una luminosa esperanza para América Latina”; un logro de la “fina inteligencia estratégica” de Nicolás Maduro.
Pero, en realidad, no es que esté de diván. Es que los comunistas se unen y se ayudan eficientemente para imponer su credo tiránico. Fue así como hace 100 años el Partido Comunista ruso, con solo 23.000 integrantes, se impuso en el poder sobre más de tres millones de personas de la élite dominante y 180 millones de campesinos y obreros, como bien lo anota el historiador Yuval Harari en su magnífico libro ‘Homo deus’ (2016, p. 153).
Por eso, a la izquierda todo se le perdona. Gustavo Petro fue habilitado por la Contraloría y la Procuraduría para ser candidato a la presidencia, como también había sido habilitada ya doña Piedá. En cambio, a Luis Alfredo Ramos le escondieron un fallo para sacarlo del partidor y a Óscar Iván Zuluaga le dejaron colgada una espada de Damocles. Ni hablemos de los que están injustamente presos o en el exilio, acusados con cargos absurdos.
Este gobierno es muy solícito para llevar a cabo cumbres con bandidos, pero muy apático para reunirse con las víctimas, el supuesto centro del proceso de paz. Mientras que esos personajes van a tener 10 curules gratuitas en el Congreso, y posiblemente las 16 de las circunscripciones de paz en territorios de su influencia, las verdaderas víctimas no tendrán representación alguna: al partido del general Luis Herlindo Mendieta, secuestrado 12 años por las Farc, lo sacaron por falta de unas firmitas cuando él es el que debería tener curul gratis. ¿Todo para la izquierda?
Ahora, ¿qué tal las pataletas por el indulto concedido a Fujimori? Una vulgar explosión de relativismo moral cuyos gritos y protestas solo pretenden atemorizar a los demás. Los mismos que se rasgaron las vestiduras aplaudirán a rabiar cuando salga Abimael Guzmán, para quien ya están pidiendo libertad. Son los mismos que aplauden a Mujica sin reparar en su pasado, y han adorado a asesinos redimidos como Chávez y Castro. Las pruebas contra el ‘Chino’, por supuesta responsabilidad en masacres, son débiles, pero sí se le puede culpar de que en Perú todavía coman pernil.
Y... ¿Tanta protesta social –el irrespeto a nuestros soldados y las ‘Unidades Tácticas del Común(ismo)’ con que las Farc pretenden envolvernos– es la paz prometida?
SAÚL HERNÁNDEZ BOLÍVAR
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