¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Archivo

Santos, prisionero del afán

¿A qué horas Uribe se volvió el de la paz y el Gobierno, el de la guerra?

Mientras cada vez parecemos más cerca de la firma de un acuerdo de paz, los ciudadanos estamos siendo conducidos hacia un plebiscito a punta de mentiras, mentiras y más mentiras, tanto por parte de los del ‘Sí’ como de los del ‘No’.
No es cierto, como dicen los primeros, que si el ‘Sí’ no gana en el plebiscito regresaremos inmediatamente a la guerra. No es cierto que, por orden de la Corte, el gobierno Santos quedaría maniatado para explorar otros caminos hacia la paz. Pero tampoco es cierto, como dicen los del ‘No’, que votar negativamente el referendo es la forma de alcanzar la verdadera paz. Ese es un mensaje cínico. Así sea renegociar el acuerdo en solo dos puntos, como pretende el uribismo, como sería el de la no impunidad y el del no permiso de hacer política para los delincuentes más graves, implicaría que podría terminar este gobierno sin haberse pactado la paz. Y tan solo de pensar en otros cuatro, tres, dos o hasta un año de más negociaciones con las Farc, a los colombianos podría darnos un soponcio.
Todas estas mentirillas son estrategias de campaña en las que me parece que el uribismo ha salido más hábil que el Gobierno. Su campaña, aunque sea mentiras, es ilusionándonos con la paz. Mientras la del Gobierno, aunque sea mentira, es aterrándonos con la guerra, incluso ahora con “la urbana”, según lo advirtió el Presidente, como quien concede una licencia. ¿A qué horas Uribe se volvió el de la paz y el Gobierno, el de la guerra?
Y a toda esta confusión se suma una inaudita propuesta del Presidente. La de que apenas acompañado de unas iniciales que pongan las partes en un documento escrito sobre lo que hasta ahora está acordado en La Habana, el Congreso podrá convocar a los colombianos al plebiscito.
A la Corte Constitucional, a la que tanto palo le he dado, le reconozco que tuvo la lucidez y la responsabilidad de dejar muy claro en su comunicado de prensa que el plebiscito no será sobre si los colombianos quieren la paz, sino sobre el acuerdo que firmaremos con las Farc como mecanismo para llegar a ella. Y, por lo tanto, ha ordenado que cuando el Congreso convoque el plebiscito, lo haga teniendo en sus manos obligatoriamente “el texto del Acuerdo Final, Íntegro y Definitivo”.
Pues en contravía de tales instrucciones de la Corte, el Presidente propone que se envíe al Congreso un borrador de acuerdo final que, como tal, aún es susceptible de cambios. ¿Qué se requiere para que ese borrador sea realmente el Acuerdo Final con las Farc que exige la Corte? Pues la firma oficial de las partes, haciendo definitivo lo que aún a esta hora está en construcción. Un requisito que algunos han descrito despectivamente como un formalismo pendejo, como si los contratos pudieran formalizarse sencillamente con un chulo. Pues con ese chulo Santos pretende obligar al Congreso, que se deja obligar a todo por este gobierno, a convocar al país a un plebiscito sobre un acuerdo que podría terminar siendo diferente al que se convoque a los colombianos a votar. Recuerden que nada está acordado hasta que todo esté acordado.
¿Por qué hace el Presidente semejante propuesta? Porque le está entrando un afán terrible para que al plebiscito no lo agarren las vacaciones de Navidad, en plena desbandada de los colombianos a sus sitios de descanso. Afán para que no se le venga encima antes del plebiscito el apagón de la Costa. Afán por la responsabilidad de presentar una reforma tributaria que nos dejará a los colombianos jadeando.
El afán es pésimo consejero. Generalmente, cuando alguien que quiere vender una cosa tiene mucho afán, termina haciéndolo por lo que le den. Y mientras el Presidente pone al Congreso a correr por lo que las Farc quieran darnos, estas, sin afán, tal y como llevan 50 años, harán en una cumbre guerrillera su refrendación final del acuerdo, antes de comprometerse con el Gobierno con una firma que haga lo acordado irreversible. Por eso esa propuesta del Presidente no solo es un adefesio, sino que es inviable.
Ojalá el Gobierno no nos convierta a todos en prisioneros de su afán.
Entre tanto... Lástima que con los del Eln no pudiéramos jugar a cazar pokemones.
MARÍA ISABEL RUEDA
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO