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El pelele

¿Qué irá a proponer Uribe en el 2014 distinto de lo que ya tenemos? ¿Acabar con la corrupción? Tuvo ocho años y lo que hizo fue dejar que se desbocara para que pasara su segunda reelección.
¿Cambiar trochas por autopistas? En ocho años no hizo una sola troncal y la mayoría de las concesiones fueron un desastre.
¿Romper con Hugo Chávez? Inútil porque para entonces, conforme a los pronósticos médicos, estará muerto.
¿Reformar el agónico sistema de salud? Mantuvo al peor ministro imaginable en esa cartera, incapaz de aliviar al enfermo terminal.
¿Inyectar honestidad al Legislativo? Pudo y no quiso hacerlo cuando tenía un liderazgo y una popularidad descomunal. Le importó más reelegirse que limpiar.
¿Acabar con las Farc? Es imposible derrotarlas, pero la seguridad con Uribe mejoraría de manera sustancial. Lo que ocurre es que para el 2014 Santos sacará su as bajo la manga, el que lo puede salvar: negociación con esa banda criminal, algo que el votante, aunque no lo confiese abiertamente, le gusta comprar. Y como Santos, que no es ningún idiota, se la está metiendo toda porque confía en que será su carta ganadora, seguro que algo logrará.
Cuenta con que Iván Márquez y Timochenko no tienen ganas ni edad de volver al monte a matar y narcotraficar. Y sin disponer de los santuarios venezolano -en riesgo por el cáncer del sátrapa- y cubano -la momia barbada no durará mucho más-, no les queda otra que sentarse a conversar.
Por tanto, si todo sigue como hasta ahora, será de nuevo el factor Farc el que decida en las urnas entre la continuidad de Santos o la llegada a Casa de Nariño del pelele uribista. Digo pelele porque José Obdulio salió a predicar que no buscan un nuevo mesías, sino un fiel y sacrificado cristiano cuyos hilos moverá el eterno salvador.
Muy mal anda la política colombiana para que la oposición al Gobierno sean sus propios padres, hijos y hermanos. Resulta difícil entender que unos y otros compartan espacios como 'la U', el Partido Conservador y el Liberal y, al mismo tiempo, se declaren rivales.
Por eso, llegada la hora, dará igual votar por uno que por otro; ninguno es cirujano dispuesto a arrancar de raíz los tumores que tienen postrado al país, sino galenos temerosos de meter con firmeza el bisturí porque piensan más en sus propias carreras que en curar la enfermedad.
Mientras no haya un giro radical en este sistema político, con síntomas de agotamiento severo, todo seguirá más o menos igual. Y el viraje debería empezar por regresar a los tiempos donde no había reelección presidencial ni tampoco en los órganos de control.
Repetir mandato no está hecho para un país con partidos políticos que son meras empresas electoreras y clientelistas, con instituciones débiles y corruptas, con unos intereses personales de los dirigentes que poco o nada coinciden con los de los ciudadanos del común. Con un solo periodo basta y sobra para que cada cual desarrolle su programa electoral.
No olvidemos que el uribismo, en la cúspide de su popularidad y poder, tuvo que comprar a Yidis y Teodolindo para aprobar la primera reelección y luego dedicó su segundo periodo a buscar la tercera a cualquier precio.
Como nadie aprende en cabeza ajena, Santos cayó en el mismo vicio. Si le provoca, que jure que fue a sus espaldas, pero a muchos nos quedó diáfano que la hampo-reforma judicial era el primer peaje que pagaba en su campaña reelectoral.
Tampoco la izquierda es opción aún, con solo un 28 por ciento de ciudadanos dispuestos a apoyarla. Sus líderes son tan variopintos, divididos e incoherentes como los de la orilla contraria, así que no tienen mucho que ofrecer. Habrá que rescatar al cesarense míster White.
Salud Hernández-Mora
@saludhernandezm
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