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Salamina, la señorial

¿Cuál es el atractivo de este pueblo caldense? Sin duda, el valor histórico de su arquitectura.

Lleva el mismo nombre de la isla griega situada en el golfo de Egina, cerca de Atenas, donde tuvo lugar el combate en que el general Temístocles, al mando de la marina griega, venció al entonces rey de Persia, el 29 de septiembre del año 480 a. de C. No se sabe por qué razón los colonizadores que descubrieron las tierras de lo que entonces era el sur de Antioquia aceptaron que se le pusiera este nombre. La historia dice que fue el general Santander quien, como vicepresidente, en el decreto de fundación lo recomendó. Es posible que los fundadores hayan tenido conocimiento de que la de Salamina fue la mayor batalla naval de la historia, y que en homenaje a esa lucha de los griegos por defender sus territorios de la amenaza persa hayan aceptado ponérselo.
El municipio de Salamina hace parte de la Red Turística de Pueblos Patrimonio de Colombia. En 1982, como reconocimiento al valor histórico de su arquitectura, que hace honor a la guadua, fue declarado Monumento Nacional. Años más tarde fue exaltado como ‘Bien de interés cultural y turístico de carácter nacional’. Además, hace parte del Paisaje Cultural Cafetero, declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Todos estos títulos han convertido a este municipio del norte de Caldas en un atractivo destino turístico. Todo porque es un pueblo que conserva la belleza arquitectónica que caracteriza a la cultura antioqueña, expresada en edificaciones de madera con ensambles artísticos que enseñan una tradición artesanal. Construcciones que logran una perfecta simbiosis con el paisaje.
Este municipio que ha ostentado con orgullo el título de Ciudad Luz de Caldas recuerda con dolor lo sucedido el 22 de marzo de 1879. Ese día, comandados por el general Valentín Deaza, 400 liberales se tomaron el pueblo, venciendo a las tropas conservadoras dirigidas por el general Cosme Marulanda, que los esperaban en la plaza. Seis horas duró el enfrentamiento. Para defenderse del ataque liberal, los habitantes amontonaron ladrillos como barreras, “se armaron de revólveres hechizos y sacaron de las cocinas machetes amolados”. Pero todo fue inútil. Los conservadores tuvieron que esconderse en una casona de la plaza. Hasta allá llegaron los hombres de Deaza para acabar con ellos. El sitio es conocido hoy como la Casa del Degüello.
¿Cuál es el atractivo de este pueblo caldense fundado el 8 de junio de 1825? Sus construcciones de bahareque. Y, desde luego, la ornamentación de los balcones con postigos que adornan las viviendas. Todo el conjunto de las casas se destaca por conservar esa tradición de la arquitectura antioqueña que rinde tributo a la cultura de la guadua. Los colonizadores que llegaron después del año 1800, cuando se originó el proceso migratorio hacia el sur del departamento, consolidaron una estructura urbanística muy particular: construyeron sus viviendas en tapia pisada, con imponentes portadas, dándole terminados artísticos a balcones, puertas y ventanas. Es común ver construcciones con aleros en madera que, por la decoración de los pórticos, son una obra de arte.
Las viviendas de Salamina dejan ver su belleza exterior desde que se mira el portón principal. No son puertas sin vida, hechas a las volandas, sin encanto artístico. Al contrario, son piezas elaboradas por artesanos de la madera, donde se advierte la delicadeza de las líneas, la elegancia de los acabados, la riqueza de las formas. Puertas, balcones y ventanas donde aflora una identidad propia, la impronta de un artista del tallado a mano. El tratamiento volumétrico, la secuencia de los aleros, las figuras ornamentales, los acabados de las cornisas, la forma de los balcones, los calados artísticos tienen terminados de rosas en relieve, de rostros de personajes mitológicos y de mascarones vernáculos que por su simbolismo le dan a las viviendas un atractivo especial.
A Salamina le queda bien el título de señorial. Es un pueblo donde las casas exhiben, después de un portón con arabescos en las cornisas, un contraportón con calados que es como una prolongación de la calle, con apliques en forma de flores. Eliseo Tangarife, un carpintero con alma de artista, que fue traído al pueblo en 1891 por el entonces párroco José Joaquín Barco, fue el artífice de toda esa belleza en el tratamiento de la madera. Este hombre dejó un legado de inmenso valor cultural. Y a ese legado rinde homenaje el libro ‘Salamina, dimensión de la luz y el patrimonio’, de Fernando Macías Vásquez, una obra que enseña el encanto arquitectónico de la tierra donde nacieron dos excelsos poetas: Daniel Echeverri Jaramillo y Fernando Mejía Mejía.
José Miguel Alzate
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