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Rehenes del petróleo y...

Falta atraer talento e inversión nacional y extranjera para producir una revolución tecnológica.

Rudolf Hommes
Esta semana asistí en Bogotá a una presentación auspiciada por la Unión de Bancos Suizos (UBS) en la que el exgerente del Banco de la República ‘Jota’ Uribe expuso su versión personal sobre la crisis de la economía colombiana, que él le atribuye principalmente a la caída de los precios del petróleo. En su opinión, ella está tocando fondo, y está a punto de iniciarse una lenta e incierta recuperación, inducida más que todo por la recuperación parcial de los precios del petróleo. 
Pero, no obstante haber salido vivos de esta crisis, haber reducido el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos significativamente, haber bajado la inflación cerca de cuatro puntos y haber tranquilizado a los mercados con la aprobación de una reforma tributaria, todavía nos encontramos en una zona de peligro. Los déficits gemelos siguen muy altos; la inflación, también; el crecimiento deja mucho que desear, y estamos cortos de ideas.
Indiscutiblemente, la economía colombiana ha demostrado ser capaz de resistir el embate de una destorcida del precio de su principal producto de exportación y posee una resiliencia admirable. Se ha mantenido relativamente controlado el desempleo y reducido la inflación, el desequilibrio fiscal y el de la balanza de pagos. Si esto hubiera ocurrido diez o más años atrás, casi con seguridad se habrían presentado una caída de la producción, posiblemente una crisis de deuda y un aumento de cuatro o cinco puntos de la tasa de desempleo.
Nuestra economía es como “una llamita al viento y al azar” que afortunadamente el viento no apagó. Pero, para bien o para mal, sigue dependiendo del precio del petróleo, que no controlamos. Hace falta que Colombia ejerza un mayor control sobre las variables que determinan el futuro de la economía. Uribe dice que una de ellas son las exportaciones. Hay que diversificarlas y hacerlas crecer dramáticamente. Para ayudar a que esto suceda, recomienda reducir las barreras al comercio, que son excesivas.
Eso es necesario, pero no suficiente. Hace falta cambiar la manera de pensar sobre la economía y atraer talento e inversión nacionales y extranjeros para producir una revolución tecnológica, renovar y mejorar la mezcla de producción y de exportaciones. En la medida en que esta revolución cuente con una significativa contribución de la comunidad científica local y de las universidades colombianas, mayor será el grado de control y autonomía que se adquiere.
Las oportunidades para producir bienes y servicios para el consumo interno se multiplican a medida que se hace más compleja la sociedad, se acelera la urbanización, crece y se envejece la población. La capacidad para concebir y producir esos bienes y servicios va a depender críticamente del nivel educativo y del acceso al conocimiento que tenga la sociedad como un todo, y muy especialmente de que Colombia no se deje rezagar en campos como la ingeniería, la tecnología de información, la robótica y la automatización, la medicina, la biología y la bioquímica, por ejemplo, y de que aproveche las ventajas comparativas, la amplia disponibilidad de tierra cultivable con acceso a agua y la biodiversidad.
Lamentablemente, la desorientación política, el escepticismo y la pugnacidad ideológica que predominan en Colombia, el exceso de excitación de los medios de comunicación y de las entidades de control que ha inducido el escándalo de Odebrecht y el frenesí que ha provocado condenar a diestra y siniestra, sin mediar juicio alguno, y desbaratar reputaciones sin cuidado no conducen a discutir con seriedad lo que se requiere para salir del marasmo económico, crear un consenso duradero sobre la economía y su potencial. La corrupción hay que combatirla, pero no para llevarse el país por delante.
RUDOLF HOMMES
Rudolf Hommes
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