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Ríos militarizados

¿Hasta ahora se enteró el Gobierno de que andan desviando aguas de ríos y lagos para regar cultivos?

Juan Pablo Calvás
Confieso que me dio risa cuando el Gobierno anunció la militarización de la ribera del río Bogotá para evitar el robo de las aguas del afluente. ¿Acaso hasta ahora se enteró el Gobierno de que hay pillos que andan desviando aguas de ríos y lagos para regar sus cultivos? ¿O este es simplemente un 'show' con despliegue de Fuerza Pública para hacerle creer a la gente que “estamos haciendo algo para evitar el inminente apagón”?
Me imagino que siguiendo esta nueva línea estratégica de protección de los cuerpos de agua se nos viene la militarización de la Ciénaga Grande o de la laguna de Fúquene a las que llevan años secando para robarse sus tierras. Supongo que también se alista la creación de un cuerpo élite del Ejército y la Policía para defender lagunas como el Sonso o los humedales que rodean a Bogotá para evitar que mentes inescrupulosas terminen robando sus aguas (como planeaban con la primera) o rellenándolos (como tristemente ha ocurrido con varios de los segundos).
¿Será que la denuncia que hace un grupo de investigadores de la Universidad Nacional sobre la explotación minera que amenaza al más importante de los humedales vecinos de Bogotá amerita el despliegue rápido de las fuerzas militares? ¿O al menos una visita del Ministro de Ambiente?
La historia del humedal La Herrera es dolorosa: se trata de un cuerpo de agua de más de 250 hectáreas, el más grande de los humedales que sobrevive en esta zona del altiplano, y hoy está rodeado por cerca de una decena de explotaciones mineras dedicadas a extraer roca y arena para construcción. El humedal, además, recibe aguas negras de Mosquera y Madrid y también termina siendo depósito para partículas y deshechos producto de las canteras que están ubicadas justo al borde de sus aguas. En resumen, este lugar, que debería ser una reserva natural, hoy está agonizando.
Según los investigadores de la Nacional, este espejo de agua es el más rico en especies de aves de todos los que conocen en la zona de la Sabana de Bogotá. Tiene, incluso, dos especies únicas en el mundo que podrían desaparecer si continúa este proceso de destrucción del humedal y su zona circundante, hecho que tiene el visto bueno del Ministerio de Ambiente a través de una resolución del 2004 que establece la compatibilidad de la zona con la explotación minera. ¡Qué esperanza!
Algo similar ocurre con un bello paraje natural al norte de Bogotá en Nemocón. El sitio conocido por los ecologistas como el desierto de la Tatacoíta también está amenazado por las explotaciones mineras que se realizan en el sector. Aquí ya no hablamos de espejos de agua, ni de especies animales, sino de particulares formaciones geológicas muy similares a las que existen en el desierto de la Tatacoa, del departamento del Huila.
Aparentemente, las tierras de la Tatacoíta son también muy buenas para extraer arenas para la construcción y por eso hacer el recorrido por la zona ya no es adentrarse en un laberinto de extrañas montañas de arenisca, sino ir dando tumbos entre zonas aún conservadas y buldóceres y terrenos planos donde no queda vestigio del bello lugar que alguna vez existió.
¿Será que allá no vale la pena meter soldados porque poco importa que se roben el paisaje y la naturaleza? ¿O es que los uniformados son solo para hacer 'show' mediático?
* * * *
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Juan Pablo Calvás
Juan Pablo Calvás
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