¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Convivir

Colombia no va a amanecer en ruinas. Pero no tiene por qué seguir entorpeciendo sus transformaciones

Siento decirlo, porque empiezo a perder lectores desde la primera línea, pero Colombia no se va a acabar a las 6 p. m. este domingo. Si por un momento dejamos de creer en ángeles y en demonios, que no es fácil en la última semana de una campaña presidencial de veintiún meses, la verdad triste e impopular es que –ahora que el mundo está olvidando por qué se resignó a las democracias– estamos al otro lado no solo porque ninguno de los cinco candidatos que quedan en pie se está portando como un Maduro o un Trump, sino, sobre todo, porque gane el que gane vamos a estar pendientes de que no se le ocurra hacerlo, gane el que gane vamos a seguir haciendo nuestro oficio y señalando los desmanes.
Si se quiere, si el día está suficientemente despejado, puede verse aquí el Apocalipsis: qué otro país se ve obligado a elegir a su presidente mientras suceden el saboteo de la JEP; la guerra que queda después de la guerra; la marcha reptante de las maquinarias; los inmarcesibles gritos de fraude; los ruidosos datos de los votos en el exterior; las encuestas desprestigiadas; los bandazos de la Registraduría; la sombra de la abstención de más del 50 % de los colombianos; el llamado de un exsicario de Pablo Escobar, que aún vive de haber sido un matón, a enfrentar con las armas a los legítimos seguidores de Petro, y la estigmatización despiadada de todo aquel que no piense, no vote, no sea como uno.
Si se quiere, si la idea sigue siendo desdecir sin someter y elegir sin idolatrar, sin embargo, puede repetirse como un mantra “pero que cada quien vote por quien quiera” porque cada cual tiene sus razones: cada quien persigue sus propias reivindicaciones.

Ninguno de los cinco candidatos que quedan en pie se está portando como un Maduro o un Trump, sobre todo, porque gane el que gane vamos a estar pendientes de que no se le ocurra hacerlo.

No habrá historiador, ni analista ni profeta que sepa si estos cinco candidatos, que han soltado lucideces, olvidos, salidas en falso, lugares comunes e infamias en mil y un debates, serán capaces de liderar lo que han conseguido encarnar. Pero podría decirse que –de abajo a arriba en las tales encuestas– votar por De la Calle es reivindicar nuestros derechos fundamentales; votar por Vargas es reivindicar el desarrollo a como dé lugar; votar por Fajardo es reivindicar la educación para la convivencia; votar por Petro es reivindicar a un pueblo explotado, desplazado, aplazado por la Historia, y votar por Duque es reivindicar el uribismo –una innegable fuerza popular– ahora que, en busca de las mayorías perdidas, ha tenido que completarse con la ultraderecha religiosa.
Podría votar por De la Calle, aunque el gavirismo comercie con su figura, pues le creo lo que encarna y le agradezco los pactos de paz que ha conseguido desde 1991. Pero, puesto a elegir, pienso votar por el equipo que encabeza Fajardo: por él, por López, por Mockus, por Navarro, por Robledo, por Lozano. He votado por Mockus, incluso cuando se ha puesto conos en la cabeza, porque le creo que seguiremos avanzando como quien empuja una roca cuesta arriba hasta que seamos capaces de transformar esta cultura articulada por la violencia. Y ahora, que todo indica que este establecimiento decadente no quiere ponerse de acuerdo en la paz, creo que el grupo que lidera Fajardo sabrá librar de su pasado sangriento a la palabra “convivir”.
Santos libró al país del caudillismo, pero, lejano a los dos electorados que lo hicieron presidente, acabó exacerbando la nostalgia por el uribismo: aquella añoranza por el paternalismo, que suena a retroceso que ya es hora de que acabe, también me mueve a votar por ese equipo de ciudadanos infiltrados en la política.
Colombia no va a amanecer en ruinas este lunes. Pero no tiene por qué seguir entorpeciendo sus transformaciones innegables ni tiene por qué seguir negándose una sociedad que se haga responsable de sus actos.
RICARDO SILVA ROMERO
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO

Más de Redacción