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Si tantos acosadores poderosos están en pie es porque aquí 'lo normal' ha sido el silencio forzoso.

Yo, de ser otro, tampoco me perdería 'En primera plana': uno sale del teatro como sale de las películas definitivas, reticente al mundo de afuera y estremecido por lo que acaba de ver en la oscuridad –la historia de cómo los periodistas de Spotlight, la unidad investigativa del Boston Globe, probaron que los curas abusadores de menores no eran una excepción, sino una regla que también era un secreto a voces–, y le parece repugnante que a cientos de miles de niños del mundo se les haya ido la vida sobreponiéndose a esos depredadores sexuales que le han vendido el alma a Dios, y piensa en todos los poderosos que día a día violentan a sus dependientes en los entretelones de sus farsas, y sospecha que solo los victimarios procuran ser víctimas, y ruega por que esos grandes reporteros que consiguen demostrar que los rumores son ciertos sigan teniendo trabajo en estos tiempos de desfinanciar el periodismo.
Quiénes van a exhibirnos las perversiones sociales que vemos de reojo, y quiénes van a poner en evidencia a los omnipotentes, a los todopoderosos ahora que –así lo dijo este miércoles la Sacha Pfeiffer del grupo Spotlight– los periodistas investigativos se han vuelto una especie en peligro de extinción. Quiénes, si no son aquellos reporteros que se juegan el sistema nervioso y la vida para descubrir las trampas que nos gobiernan, van a mostrarnos que aquí en Colombia –por ejemplo– la policía ha llevado adentro una red de prostitución, el Estado en pleno se ha encogido de hombros mientras los niños de La Guajira mueren de sed y el Defensor del Pueblo ha entendido a las patadas que no se puede cargar de emoticones una figura pública, ni tiranizar subordinados, ni sextear con asistentes.
Cuando aún tenía su programa, Pirry fue a La Jolla con sus productores a hacerle al cura Richard Sipe –que, como muestra 'En primera plana', ha denunciado la pederastia en la Iglesia desde los 70– una entrevista que ahora hace parte de un buen libro sobre los riesgos de encubrir el sexo: fue Sipe quien empezó a advertir que no estamos ante unas cuantas manzanas podridas, sino metidos hasta el cuello en un problema de fondo.
También en la católica Colombia, no solo en la Iglesia, sino en todas partes, se ha usado reducir las fallas estructurales a unos cuantos chivos expiatorios, “están exagerando...”, “no se puede condenar a un rebaño por un par de ovejas negras...”: pero si estamos plagados de funcionarios envanecidos es porque el reconocimiento es una venganza en un país que devuelve tan poco; si vivimos rodeados de falsos defensores, de procuradores viciados y de fiscales vanos elegidos a nuestras espaldas, es porque a ellos les ha quedado claro que no hay que serlo sino parecerlo, y a nosotros se nos ha educado en la resignación; si tantos acosadores poderosos están en pie es porque aquí “lo normal” ha sido el silencio forzoso de las mujeres, el infierno al que van quienes denuncian los abusos, el prestigio de los abusadores que todas las mañanas se ponen su uniforme –su hábito– como una inmunidad.
Yo, de ser cualquiera, iría a ver 'En primera plana' de aquí a mañana: uno vuelve a la casa como vuelve de las películas reivindicatorias, sano y salvo y corriendo el riesgo de pensar que el horror que pasó no está pasando –y oye que, en un paréntesis de sensatez, el Defensor por fin ha renunciado–, y entonces se descubre con la convicción de que si un mal día llegamos a quedarnos sin periodistas investigativos, porque “este año solo ganamos mil millones...”, entonces tendremos que inventárnoslos: quiénes más van a señalarnos los abusos que hemos tolerado por “culturales”; quiénes más van a ponerles el reflector a estos caraduras que viven en fuga pero poco renuncian.
Ricardo Silva Romero
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