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Realismo... pero no mágico

Se necesita menos maquillaje con las cifras nacionales y más realismo en los análisis actuales.

La economía colombiana no está en crisis, eso es cierto, pero sí vive un período de gran incertidumbre. Por ello, lo que se requiere de las autoridades económicas y de los analistas es realismo, pero no realismo mágico salido de las novelas de García Márquez, para ubicarse en la mente de quienes tienen responsabilidades públicas y se niegan a enfrentar las complejidades de la realidad actual. Esta no es la década de América Latina, ni la región ha encontrado la ruta del crecimiento alto y sostenible.
Una conversación con las personas que nos hacen la vida fácil: conductores, peluqueros, manicurista y quienes nos ayudan día a día, demuestra que la subida del dólar se asocia a una vida cara, lo cual los asusta. Acostumbrados a productos importados, insisten en que los necesitan para su trabajo y por ello sus ingresos se les redujeron. Además, si ajustan el precio de sus servicios, temen perder a sus clientes.
Otros sectores no logran ponerse de acuerdo sobre las consecuencias en la economía y, obviamente, sobre productores y consumidores, de tres indicadores recientes: crecimiento económico en el 2015 más cercano al 2 % que al 3 % y muy alejado del 4 % esperado; inflación de 4,5 % y no de 3 %, y la que más discusión ha generado, el dólar por encima de la barrera de los 3.000 pesos.
Para los economistas que le han atribuido un gran peso al dólar barato para explicar la poca o nula dinámica de la producción rural e industrial, la revaluación del dólar es una excelente noticia. Para otros menos optimistas, un dólar caro para los colombianos se demorará en generar las consecuencias obvias que debería traer el mayor precio de la divisa: gran reducción de las importaciones que han competido con ventaja con la producción nacional y un incremento significativo en nuestras exportaciones, que volverían a ser competitivas en el mercado internacional.
El pesimismo nace de una realidad innegable: puede que Colombia crezca en el 2015 más que el promedio regional, que se acerca al 0,4 %, pero con 2,8 % no podremos hacer los cambios que se requieren, y menos si, como se espera, se firma en La Habana el principio de un proceso de cambios trascendentales en el país. Una inflación de 4,5 % produce intranquilidad; y, finalmente, no obstante el dólar caro, con esa inmensa volatilidad que ha demostrado la tasa de cambio, un crecimiento de la inversión extranjera no es tan fácil y la reacción de una oferta agropecuaria no es tan rápida, dadas las profundas deficiencias que vive este tipo de producción. Si había alguna duda sobre lo que viene diciendo la Misión de Transformación Rural, el Censo Agropecuario 2014 no solo confirma la crisis de este sector, sino que en algunos indicadores, como la concentración de la tierra, muestra un panorama aun más grave.
Como elemento adicional, es necesario reconocer dos hechos: todavía en el sector agropecuario y en la industria su producción depende mucho de insumos importados, que son muy costosos; en segundo lugar, muchos industriales que pensaron que la devaluación era eterna se volvieron importadores y ahora se enfrentan a altos costos, que les generarán menor demanda o menos utilidades. Se exigen grandes esfuerzos de la política pública, pero también de los productores, especialmente los grandes, tanto en el campo como en la industria, mucho más que el solo cabildeo para obtener beneficios de un Estado que no está en su mejor momento fiscal.
Es cierto, como afirma Portafolio, que nadie, siendo sensato, se atreve a dar una fecha para un cambio en la compleja situación actual. Pero lo que se necesita es menos maquillaje, menos fuegos artificiales con las cifras nacionales y más realismo en los análisis actuales. Pero no realismo mágico, por favor.
Cecilia López Montaño
cecilia@cecilialopez.com
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