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Ponerle plazo a la comisión del cese al fuego y no a la paz

Lo racional sería retomar el camino del desescalamiento que tan buenos resultados estaba dando.

Desde hace seis meses está operando en La Habana una subcomisión técnica encargada de diseñar un plan para el cese al fuego bilateral definitivo. El Gobierno designó para esta crucial tarea a cinco generales y, la guerrilla, por su parte, a los más experimentados en los asuntos de la guerra. El deterioro de la situación por los terribles acontecimientos de las últimas semanas debe ser un llamado de alerta para que esa subcomisión presente rápido sus conclusiones.
No es tarea fácil la que tienen los subcomisionados si nos atenemos a los antecedentes y, en particular, a la dificultad que se presentó cuando las Farc y los delegados de la administración Gaviria intentaron en Caracas (1991) y en Tlaxcala (1992) definir las 80 zonas de concentración de guerrilleros, los mecanismos de verificación y la contraprestación ofrecida por el Estado contra los paramilitares y las opciones políticas.
El momento no era propicio, pues las acciones subversivas, que fueron replicadas con la guerra en el terreno y la información, sirvieron para crear el clima de ruptura de esos diálogos. El secuestro y muerte del dirigente liberal Argelino Durán fue el pretexto final para dar por cancelado ese intento de cese bilateral como ambiente propicio para los diálogos y las negociaciones de paz.
La historia no se repite ni como comedia ni como tragedia, pero las malas enseñanzas sí. La campaña en contra de los diálogos en La Habana se ha arreciado al ritmo de la escalada militar, los atentados terroristas en contra de la infraestructura, las emboscadas, los bombardeos y las órdenes de arreciar la ofensiva militar como complemento de la estrategia de negociar. La guerra de la comunicación también está en marcha con la presión, como lo muestran los titulares, para que se suspendan los diálogos o se le ponga una fecha perentoria y fatal a las conversaciones con las que desea alcanzar un pacto de terminación del conflicto armado.
La escalada de violencia por parte y parte es una trampa insuperable. Cada atentado de las Farc es replicado con una acción más contundente de las Fuerzas Armadas del Estado y con un llamado a abrazar la guerra y a exigir un replanteamiento de las negociaciones. “La paciencia se agota” dicen unos en línea con su interés de poner plazos imposibles y preparar la ruptura; mientras que otros, atrapados en los titulares y encuestas amañadas se montan ingenuamente en esa ola.
Las partes pactaron negociar una agenda que deja para después de la firma final el inicio del cese bilateral de las hostilidades y ahora que las realidades atroces de la guerra desacreditan la mesa de negociación y al proceso en su conjunto, se niegan a replantear el esquema. Así evitan que el lento camino de los acuerdos en la mesa se acompañe con un rápido alivio de daños en las comunidades y en todo el país.
Durante los primeros meses de este año se probó que sí existe una ruta diferente a la de combinar el ascenso en la guerra y negociación. La tregua unilateral le permitió a las Farc divulgar sus propuestas políticas en todos los temas de la agenda, tales como la suspensión de los bombardeos o los acuerdos en medidas prácticas de disminución de la intensidad de las confrontaciones, que ayudaron desde el otro lado a generar simpatías por el proceso. El resultado neto en cuatro meses de distensión fue el aumento del optimismo nacional e internacional. Se calcula que se evitó el desplazamiento forzado a más de 25.000 personas y la cifra de soldados, guerrilleros y civiles muertos en medio del conflicto se redujo en varios miles comparando periodos similares con años anteriores. Las Farc aceptaron que no se diera un cese bilateral inmediato y el Gobierno habló de la posibilidad de anticipar el cese al fuego, una vez que se contará con los preacuerdos de la subcomisión técnica encargada del tema.
Si las decisiones se rigieran por las mejores experiencias, lo racional sería retomar el camino del desescalamiento que tan buenos resultados estaba dando hasta que unos estrategas obtusos decidieron lanzar ofensivas y otros igual de atrabiliarios se inventaron las ofensivas defensivas. Lo difícil es encontrar el enlace para esta audacia. Parece que las protestas en Tumaco y Guapi no encueran oídos receptivos. Pero podría ser la respuesta al llamado de los países acompañantes y facilitadores que han hablado precisamente de detener la espiral de guerra y violencia contra la sociedad y a precipitar el cese bilateral del fuego y las hostilidades. También podría ser la voz de una cumbre de amplio espectro que insiste en lo mismo o de nuevo un anuncio unilateral de las Farc seguido rápidamente de un gesto desde el gobierno y las Fuerzas Armadas.
Pero el arcano mayor para la actual emergencia en las negociaciones sería un primer informe de la comisión técnica con propuestas hacia el cese bilateral definitivo. El mejor ambiente para reconsiderar sus esquemas sería volver al desescalamiento y a las medidas obligantes de respeto a la población civil; sin bombas ni ataques a la infraestructura productiva o a los bienes públicos.
Estamos a tiempo de ponerle plazo perentorio a la comisión del cese al fuego y de rodear del respaldo ciudadano los procesos de solución negociada. O este absurdo de darle garrote a la zanahoria solo alimentará el trajín de los sepultureros y a las aves de mal agüero.
Camilo González Posso
camilogonzalezposso@gmail.com
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