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Entre la esperanza y la inquietud

¿De dónde proviene la incertidumbre? De las Farc. Guiadas por el abogado español Enrique Santiago, afirman, con férreo convencimiento, que el acuerdo es inmodificable.

No, no hay amigos de la guerra. Quedó demostrado en las urnas el domingo pasado. Apenas horas después de conocidos los resultados, el presidente Santos convocó a todas las fuerzas políticas, incluyendo a la oposición, para abrir un diálogo y determinar el camino por seguir. Por su parte, ‘Timochenko’ aseguró que las Farc mantenían su voluntad de paz y para ello, en vez de las armas, se disponían a usar solamente la palabra. Uribe, en lugar de cobrar la victoria, se mostró dispuesto a sumarse a un gran pacto nacional.
Con estas declaraciones, los colombianos tuvieron la tranquilizadora impresión de que se le abría al país un nuevo rumbo. Hasta allí iba todo bien. Sin embargo, unas explosivas declaraciones de ‘Timochenko’ pusieron sombra de duda sobre tal ilusión. Según él, desde el momento en que el acuerdo final fue depositado en el Consejo Federal suizo, se hizo inmodificable. Pero la verdad es otra. El decreto 1391 de la Presidencia convocó el plebiscito justamente para saber si los colombianos apoyaban o rechazaban el acuerdo final. De modo que dicho acuerdo, con la victoria del No, quedó sin valor legal.
Dueños de esta certeza, el expresidente Álvaro Uribe y otros líderes de la oposición esperan conseguir la revisión de puntos controvertibles del acuerdo. Y mientras esto se logra, para evitar el regreso de la violencia, Uribe propone mantener el cese del fuego bilateral definitivo y una amnistía para los guerrilleros que no sean responsables de crímenes de lesa humanidad. Igualmente, que mientras se prolonguen los diálogos en busca de un nuevo acuerdo final, se mantengan las zonas de concentración y el costo económico que ellas demanden.
De todos modos, el país oscila hoy entre la esperanza y la incertidumbre. Es un hecho que los partidos aceptan una revisión de los acuerdos. Y el propio presidente Santos, después de recibir a los expresidentes Pastrana y Uribe, no descarta hacer ajustes a lo firmado “hasta donde sea posible”.
¿De dónde proviene entonces la incertidumbre? De las Farc. Guiadas por el abogado español Enrique Santiago, afirman, con férreo convencimiento, que el acuerdo es inmodificable. Los millares de estudiantes que se movilizan en todo el país bajo el lema de ‘¡Acuerdo ya!’ parecen seguir esa misma línea. Al mismo tiempo, la propia canciller María Ángela Holguín no vacila en declarar que nada puede hacerse si las Farc no están dispuestas a reabrir la negociación. El Gobierno mantiene una actitud pasiva. Prefiere que el expresidente Uribe y otros líderes de la oposición envíen sus delegados a La Habana para exponerles a ‘Timochenko’ y demás dirigentes de las Farc sus reparos a ciertos puntos del acuerdo. Naturalmente, el Centro Democrático considera que esta labor no le corresponde. Es el Gobierno Nacional el que debe llevar adelante la renegociación. He ahí el problema.
La verdad es que, tal como pintan las cosas, no hay mucho campo para el optimismo. Duros tiempos nos esperan. No olvidemos la situación económica del país: déficit fiscal, déficit de la cuenta corriente, caída de la inversión extranjera, alto crecimiento de la deuda externa, disminución de las exportaciones e importaciones, el manejo del dólar, el comportamiento industrial y bursátil y una inaplazable reforma tributaria que lesionará sin piedad a la clase media y a los sectores populares ensombrecen el panorama nacional.
Pese a ello, no debemos olvidar lo ocurrido el domingo pasado. No solo se rechazó el acuerdo con las Farc; también, el triunfo del no mostró una corriente de opinión contraria a la clase política tradicional y a las pretensiones del Gobierno de conferirse poderes absolutos contrarios a la Constitución. Frente a las desventuras y desaciertos que ha padecido el país, inevitables vientos de cambio se hacen sentir para que Colombia tome un nuevo rumbo.
Plinio Apuleyo Mendoza
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