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Petronio Álvarez

El festival muestra lo que pasa cuando se valora y abre espacio a la diversidad. ¿Qué sigue después?

PAULA MORENO
Femi Kuti dice que “... la música no puede ser solo para entretenimiento, sino que tiene que ser una revolución social”. Así mismo, Marimba Ani expresa: “... para nosotros la cultura es nuestro sistema inmunológico”, y esto explica el fenómeno del Festival Petronio Álvarez, donde más de 600.000 personas se dan cita durante cinco días para reiterar la fuerza de las músicas del Pacífico.
No es casualidad que las primeras expresiones musicales colombianas declaradas por la Unesco como patrimonio inmaterial de la humanidad hayan sido tanto las músicas de marimba y los cantos del Pacífico sur, como el San Pacho y la chirimía. Aunque existan formatos similares en Asia, África o América Latina, la vitalidad de cientos de escuelas y procesos de esta ruta o territorio sonoro es única. Este festival como la cita anual es la evidencia de una revolución pacífica musical que permite resistir, enfrentar las complejidades y, sin duda, es la base que hay que multiplicar para aliviar muchas enfermedades.
Carlinhos Brown, el invitado internacional del festival, después de improvisar un toque de marimba con los músicos de la Fundación Changó de Tumaco (ganadores en varias ediciones del Festival y un proceso modelo de formación musical comunitario) quedó maravillado por su calidad y fuerza. Él, como uno de los músicos más importantes del mundo, expresó que el Petronio era un festival de la ancestralidad y que no había visto un evento así, en el cual se dieran cita más de 100.000 personas cada noche para escuchar un aguabajo, un currulao, un arrullo, un bunde, que además no circulan en los medios de comunicación, sin duda es un fenómeno cultural global. Ese es parte del potencial del festival, si hay mayor visibilidad y circulación: convertirse en un referente global para los artistas y el público que quiera disfrutar de la vitalidad de la diáspora africana en América Latina.
Muy importante que, al igual que la música, la gastronomía del Pacífico haya sido protagonista con una afluencia masiva y con una tradición, y es que solo se consumen las bebidas típicas de la región (por ejemplo, viche, caigamos juntos, curado). Muy acertado el apoyo de Arroz Blanquita para generar una muestra de lujo con más de 100 cocineros y cocineras de la región, que tuvieron la visibilidad y la dignidad con la mejor presentación, sin intermediarios. El festival muestra lo que pasa cuando se valora y se abre espacio a la diversidad con respeto y dignidad, y se disfruta de ella.
Si bien el festival va por un excelente camino y hay que felicitar a quienes lo hacen posible, bajo el liderazgo de la Alcaldía de Cali, siempre queda la pregunta sobre qué pasa después.
Primero, necesitamos que la música del Pacífico circule a nivel nacional todo el año. De igual forma, se necesita que las alcaldías, gobernaciones y las instancias nacionales responsables contribuyan cada día más a que las escuelas de música locales no cierren; de las 14 escuelas municipales de marimba en el Pacífico sur solo quedan cinco operando. Se necesita pagarles a los profesores, fortalecer las dotaciones de instrumentos y generar los incentivos.
Si bien el Pacífico ha sido, por su historia, una cultura de la supervivencia que ha beneficiado al país de su riqueza ambiental y cultural, no puede ser que sus sistemas culturales sigan siendo símbolo de la precariedad. En eso está la revolución: en generar condiciones dignas para que los músicos no solo nos deleiten, sino que sean referentes y símbolos de bienestar para sus comunidades. Esa debería ser una de las primeras estrategias de defensa y construcción de paz territorial, fortalecer lo positivo y ampliarlo; sin duda, en el caso del Pacífico, la música es el primer lenguaje de desarme y estrategia de reconstrucción del tejido social.
PAULA MORENO
Presidenta de Manos Visibles
@manosvisibles
PAULA MORENO
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