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La diplomacia militar

Esta es una herramienta idónea y complementaria a las funciones que cumplen nuestras embajadas.

La gran autopista de la transformación que recorren el Ejército Nacional de Colombia y, de manera paralela, las demás Fuerzas Militares y la Policía es una vía veloz y segura, compuesta por numerosos carriles y con una planificación y visión al 2030, acordes con las necesidades en seguridad y defensa que demandan los colombianos, y conscientes de que los tipos de amenazas, fundamentalmente las producidas por el hombre y las generadas por la naturaleza, son repentinas, evolutivas y mutan de forma muy rápida, por lo cual debemos estar preparados y con capacidades distintivas suficientes y reales, además ajustadas a los entornos político-estratégicos en los ámbitos local, regional, hemisférico y global.
Así las cosas, la diplomacia militar y sus tres líneas de acción básicas –cooperación militar, cooperación y transferencia tecnológica enfocada al armamento y el fundamental diálogo estratégico con nuestros pares– se constituye en una herramienta idónea y complementaria a las funciones que cumplen nuestras embajadas en el mundo, asesorando oportunamente al jefe de la misión diplomática, como representante del Presidente de la República, y así contribuir al desenvolvimiento de Colombia dentro de un sistema internacional dinámico y cambiante, siendo geopolíticamente polivalentes y diversificando estrategias de relacionamiento con las demás fuerzas militares en el mundo, que sirvan como un instrumento eficaz para el Gobierno Nacional y su política exterior y, por ende, coadyuven activamente en la consecución de los intereses vitales de la Nación.
Napoleón, en 1806, que consultaba con frecuencia el tratado de doctrina política de Maquiavelo, tomó atenta nota de los consejos al Príncipe, en el sentido de que este debía hacerse acompañar de militares que recogieran información. Bonaparte fue pionero en materializar la figura del attaché, o agregado militar, pues envió a varios de sus generales de confianza a cumplir esta tarea, inicialmente en Austria, país que adoptó la figura en 1809. Posteriormente lo hizo Prusia, en 1830, y un poco más tarde siguieron el Reino Unido, en 1855, y Estados Unidos, en 1889.
Hoy, entre otros asuntos, les corresponde a los agregados militares dar a conocer en los países receptores la exitosa estrategia que adelantan nuestras Fuerzas, denominada Plan de Estabilización y Consolidación: Victoria, sucesor del Plan Espada de Honor, en el cual el Ejército Nacional centra su esfuerzo principal en dos tareas de la acción decisiva, que define claramente la doctrina Damasco: estabilidad y apoyo de la defensa a la autoridad civil, mediante la Acción Unificada del Estado, y que, a través de la unión de esfuerzos, se contribuya en la creación de condiciones óptimas de seguridad y gobernabilidad, juntamente con las autoridades civiles en todos los niveles, y así incrementar el control institucional del territorio, mediante la sincronización y sinergia entre las operaciones militares y las acciones de las demás entidades gubernamentales y ONG.
Somos unas Fuerzas referentes en el mundo y podemos aportar y compartir nuestra experticia, para que otros países puedan enfrentar de mejor manera las amenazas transnacionales y el crimen organizado. Pero, también, debemos ampliar el gran espectro de oportunidades para adquirir nuevas capacidades y entrenamiento, con equipos y sistemas que nos hagan más interoperables, alineados con estándares internacionales y con un enfoque en la defensa de la soberanía y la integridad de nuestro territorio.
PEDRO JAVIER ROJAS G.
* Agregado Militar, Naval y Aéreo de la Embajada de Colombia ante la República Popular de China.
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