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Panorama electoral sombrío

En Colombia no estamos construyendo una democracia sino consolidando una corruptocracia.

Las denuncias en la prensa nacional, escrita, hablada y televisada sobre el otorgamiento de avales a candidatos con malos o pésimos antecedentes por parte de los partidos que aspiran a dominar en gobernaciones, alcaldías municipales, concejos y asambleas no han despertado en los avaladores ninguna reacción higiénica. Más bien los han reafirmado en la confianza que les inspiran sus avalados, no obstante su historial de corruptos redomados.
De tal actitud se deduce que a los partidos no les interesa la buena calidad de sus candidatos, sino la buena cantidad de votos que puedan aportar a sus respectivas colectividades políticas el día de los comicios. El padre Francisco de Roux dice en su columna de EL TIEMPO (30-7-2015): “Entre los candidatos inscritos hay personas valiosas, que llenan esas condiciones por lo que ellas y ellos son, no por los partidos políticos a los que están afiliadas. Las directivas de los partidos avalan también a gente decente”. No sabría decir si aquí el padre de Roux es irónico o es ingenuo. Tal vez los partidos avalan a uno que otro candidato decente, para guardar las apariencias, lo cual nos recuerda el no por viejo menos actual ejemplo bíblico de la manzana podrida que, puesta entre un barril de manzanas decentes, las pudre todas. ¿Qué ocurrirá cuando echamos unas pocas manzanas decentes entre un barril de manzanas podridas?
El padre De Roux invita a los electores “a votar para gobernaciones y alcaldes”. ¿Para concejos y asambleas no? Pide un voto responsable, que permita elegir a los decentes y desechar a los corruptos. Nadie puede estar en desacuerdo con ese planteamiento profiláctico. En las elecciones del 2007 se hizo a los electores un llamado clamoroso a votar contra los corruptos, a limpiar las instituciones legislativas locales, y los gobiernos municipales, de la corrupción que las estaba carcomiendo. ¿Qué ocurrió? Que los corruptos tuvieron más votos que nunca. Y volvieron a aumentarlos en el 2011. Ya capturaron más de medio país y se preparan, debidamente avalados por sus partidos decrépitos, a quedarse con el otro medio en el festín electoral de octubre próximo, sin que valgan las denuncias de la prensa o los llamados dramáticos de atención que hacen los columnistas.
El meollo del asunto estriba en el sistema electoral y en el modus operandi. Lo de los avales asemeja a los partidos a entidades monárquicas, en las que un rey dispensa esa gracia a sus caciques. Los corruptos que tienen votos son preferidos por el Rey avalador a los decentes que no los tienen. Y luego está el costo de las campañas. Los decentes, por lo general, carecen de recursos, como es normal en toda persona honesta. Los corruptos los poseen en abundancia y por consiguiente son los dueños de los votos. Así, ¿podremos creer que las elecciones son un ejercicio democrático? No lo serán mientras el actual sistema electoral favorezca la corruptela. Y no serán los corruptos elegidos por ese sistema los que vayan a preocuparse por modificarlo.
No quiero decir con lo anterior que no haya personas adineradas que han obtenido sus patrimonios por medios decorosos, solo que no suelen gastarlos en financiar campañas electorales que podrían dejarlos en la ruina.
Un caso excepcional es el del candidato independiente a la gobernación de Santander, doctor Leónidas Gómez Gómez, profesional que ha labrado su fortuna con el ejercicio honrado de su profesión, muy estimado en su departamento donde se le conoce como una persona bondadosa, inteligente, intachable, es decir, con todos los defectos necesarios para no obtener el aval de su partido. ¿Cuántos hay como él que tengan los recursos y quieran emplearlos para detener el avance de los corruptos?
Otro caso diferente, muy ilustrativo, es el del concejal del partido Alianza Verde, en Villa de Leiva, Jorge Eliécer Cortés Castro, que acaba de renunciar a esa colectividad política en una recia carta, en la que denuncia cómo, después de un ejercicio pulcro en el Concejo, y de contar con el apoyo mayoritario de los habitantes de Villa de Leiva, se le despojó del aval “en una maniobra abiertamente ilegal y arbitraria” efectuada por directivos del partido Alianza Verde en Boyacá, para otorgárselo “a un cuestionado personaje de la política local, que jamás ha militado en sus filas, y menos aún ejercido su actividad pública bajo los principios del que hasta hoy fue mi partido”.
Con este panorama sombrío, en Colombia no estamos construyendo democracia sino consolidando corruptocracia.
Enrique Santos Molano
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