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País enfermo

Llevamos la violencia grabada en nuestros genes, lista para salir a flote en cualquier momento.

Juan Pablo Calvás
Un tipo entra a un bar y, para poner punto final a una escena de celos con su acompañante, decide rociar con gasolina a todos los presentes y prenderles fuego.
Un sujeto secuestra a una menor de edad y cuando es atrapado por las autoridades confiesa que vendió la niña a una red de tráfico de órganos.
Un administrador de empresas se interpone en un intento de atraco en TransMilenio y termina masacrado por los delincuentes, menores de edad.
Todas estas historias, como tantas otras que no me pondré a enumerar, parecieran el producto de la mente oscura de un perverso escritor dedicado a poner en blanco y negro las más inquietantes pasiones del ser humano. Sin embargo, la verdad es que cada uno de estos relatos hace parte de la enferma realidad de nuestro país, una Colombia que cree que basta con un proceso de paz para ponerle punto final al horror que nos rodea, cuando en realidad estamos lejos, muy lejos, de hallar la cura para tanto mal.
Homicidios, secuestros, venganzas sangrientas, atracos violentos y agresiones de todo tipo se han convertido en el lamentable pan de cada día de nuestra sociedad. Basta con abrir cualquier página de internet de noticias nacionales para encontrarse con la escabrosa realidad: parece que los colombianos llevamos la violencia grabada en nuestros genes, lista para salir a flote en el momento menos pensado. Ya sea en medio de una discusión marital que termina en golpes e insultos o tras la final de un torneo de fútbol en que los perdedores saldan el resultado acuchillando a los hinchas del equipo ganador, Colombia logra demostrar que es un país enfermo y hambriento de sangre.
¿Qué puede pasar por la cabeza de un tipo que decide prenderles fuego a más de treinta personas dentro de una discoteca? ¿Qué llevan en su mente unos jóvenes que no tienen ningún reparo en apuñalar en el corazón a un inocente tipo de 45 años que lo único que buscaba era proteger la integridad de una mujer?
Parece que todos en este país necesitamos con urgencia un tratamiento psiquiátrico para comprender las raíces de la violencia que nos corroe el alma. Es urgente que alguien nos diga cómo exorcizar del espíritu nacional esa premura de solucionar todo por la vía de los golpes y los insultos, en lugar de buscar otros caminos para superar los conflictos y las diferencias.
¿A quién echarle la culpa de todo esto? ¿A la televisión, con sus culebrones llenos de violencia gratuita? ¿A los seriados sobre narcotraficantes y delincuentes que son convertidos en héroes y modelos que hay que seguir?
No creo que todo se reduzca a la influencia de los medios de comunicación. Es cierto que la televisión tiene una gran responsabilidad en la deformación del carácter de muchas personas, pero el absoluto desprecio hacia la vida y el total irrespeto a la integridad del otro vienen de más allá. ¿Qué está pasando en los hogares donde se engendra tanta violencia? ¿Qué tipo de formación se está ofreciendo en las escuelas y colegios para que los muchachos crean que la ley del más fuerte es la que debe imperar en esta sociedad?
Tal vez es hora de comenzar otro proceso de paz, pero esta vez uno en el que todos estemos involucrados, para ver si algún día los colombianos de a pie, y no solo los de camuflado, somos capaces de encontrar el remedio para vivir en paz ente nosotros mismos.
* * * *
#PreguntaSuelta: ¿será que los pillos de nuestra política no terminan saqueando el tesoro del galeón San José?
Juan Pablo Calvás
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