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Otto tiene quien le escriba

Quienes urdieron la trama de la burda carta de Otto Bula deben de estar muy satisfechos.

El gobierno de Juan Manuel Santos es experto en cortinas de humo. Cada que un escándalo golpea a su puerta aflora una noticia que hace desviar la atención o elevan un globo desde Palacio a ver cómo lo recibe la opinión. Ahora revivieron el tópico de la reforma política para bajarle volumen al tema de la corrupción. Por eso no era importante si las proposiciones eran nimiedades como aumentar a cinco años el periodo del Ejecutivo, acabar la vicepresidencia o bajar la edad de votación a 16 años; todas de tan escaso calado que el Presidente pretende hacernos creer que son ocurrencias de Cristo con las que no está de acuerdo. Lo importante era apuntar los reflectores a otra parte.
El caso Odebrecht es apenas la punta del iceberg, pero sirve para confirmar la percepción generalizada que tienen los colombianos de que este es un gobierno corrupto, caracterizado por las traiciones, las mentiras, la manipulación... Todo lo que se pone de manifiesto con la patraseada del fiscal Martínez en plena rueda de prensa, suavizando las acusaciones que había hecho contra la campaña Santos Presidente 2014, y sobre todo con la burda carta de Otto Bula, un artificio tan ramplón que muchos pusieron en duda su autoría. Un agudo tuitero hizo una encuesta en la que preguntaba por el autor de la misiva y daba tres opciones: ‘Oto’, ‘Otto’ y ‘Otro’. Por supuesto, la gran mayoría se decantó por la última alternativa.
Y es que a este entremés se le ven las costuras por todas partes. Desde Ecuador, el nobel Juan Manuel Santos se apresuró a manifestar que “más claro no canta un gallo”, dándole entero crédito a la carta de Bula a pesar de que tan solo unos días atrás sus alfiles lo habían catalogado como un “personaje siniestro” y relacionado con peligrosos paramilitares y mafiosos de la mal llamada ‘oficina de Envigado’.
Bueno, también son características de este gobierno la incoherencia (“como digo una cosa, digo la otra”) y el querer ganar con ambas caras de la moneda: lo que se diga en su favor es verdad; lo hablado en su contra, mentira. Es el reino de los impolutos. En cambio, si la acusación es contra los enemigos del Gobierno, es palabra de Dios, no importa que se trate de falsos testigos confesos.
El episodio de la carta es oscuro por donde se lo mire, empezando por el hecho de que a Bula le archivaron una investigación por ‘parapolítica’ un día antes de que el ‘otro’ se la escribiera. Es como si le hubieran concedido un principio de oportunidad por colaboración vía 'fast track', y que por la misma vía hubiera pagado el favor. Un carrerón al que se sumó el magistrado Alexánder Vega, presidente del Consejo Nacional Electoral y ficha del ‘Ñoño’ Elías –o sea, del santismo puro y duro–, quien se comportó como cualquier Heyne Mogollón al hacer pública la carta el mismo día que fue escrita. ¡Y con lo difícil que es hacerles llegar cualquier documento a tan honorables funcionarios!
Quienes urdieron la trama de la carta deben de estar muy satisfechos porque lograron desviar la atención sobre el verdadero problema, que es si el dinero era para la campaña de Santos o para lograr el ‘otto sí’ del tramo Ocaña-Gamarra. Lo que está totalmente claro es que dinero sí hubo, y en manos del Fiscal está la responsabilidad de devolverle al país la fe perdida en la justicia. Lo menos que puede pasar es que Giraldo y Prieto se echen la soga al cuello y carguen con toda la culpa, pero el país no se va a aguantar que otra vez no pase nada. ¿O nos van a salir con el cuento de que ese billete era la propina para el mesero?
Claro que lo de Odebrecht también nos ha vendado los ojos en lo que se refiere a la implementación de los acuerdos con las Farc.
Saúl Hernández Bolívar
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