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Noticia mundial

En esa Habana donde el presidente Castro habló sin mucha autoridad, se agradeció su hospitalidad.

El fin de la lucha armada, firmado el 23 de junio en La Habana... “que este sea el último día de la guerra”, dijo ‘Timochenko’, jefe máximo de las Farc –bautizado en 1959 en Calarcá como Rodrigo Londoño Echeverry– es un alivio para Colombia. Y haberlo logrado es una inmensa satisfacción para el presidente Santos y, sobre todo, para los negociadores: Humberto de la Calle, Sergio Jaramillo, general Óscar Naranjo, el general retirado Jorge Mora, más el grupo especial de militares que durante tanto tiempo no han hecho más que ir y venir de La Habana, para entenderse con ‘Iván Márquez’ y los demás negociadores ‘faracos’, todos ellos huesos muy duros de roer.
Haber dado un primer paso hacia la total desaparición de las Farc como grupo subversivo, o como ejército del pueblo, según su propia denominación, fue noticia internacional. Como fue internacional el ambiente que se vivió el día de la firma en La Habana: la ceremonia, los personajes, los discursos.
Quien más sonó, y eso que cuando él llegó a La Habana casi todo estaba acordado por sus negociadores, fue ‘Timochenko’, que recibió gran apretón de manos del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, a quien el Presidente le agradeció haber apoyado desde el primer momento un el acuerdo de paz negociado. Y en La Habana estuvieron los presidentes de Chile, México, El Salvador, Santo Domingo. Y por su cercanía con las Farc, estuvo Maduro, quien en esos momentos recibía en la OEA, de parte del secretario general, Luis Almagro, gravísimas acusaciones por sus arbitrariedades, sus injusticias y por los desastrosos resultados de su gobierno.
Entre tanto, en esa Habana, fugazmente cosmopolita, en donde el presidente Raúl Castro habló de democracia y de derechos humanos sin mucha autoridad, se agradeció su hospitalidad. “Ya debe estar que nos echa”, comentó en broma Sergio Jaramillo en una entrevista.
Mientras en La Habana la burocracia internacional que apoyó la negociación con las Farc felicitaba a Colombia y a los colombianos por ponerle punto final a la guerrilla más antigua del mundo, y la más violenta; mientras buena parte de los colombianos celebraban la desaparición del grupo guerrillero, el bilateral cese del fuego, la dejación de las armas en manos de la ONU –“que una guerrilla en armas acoja decisiones de la Corte”, como señaló el jefe negociador Humberto de la Calle–, profetas colombianos del desastre afilaron sus baterías para caerle encima a todo lo acordado, irrespetando con ira e intenso dolor las calidades humanas, intelectuales y profesionales de los muchos negociadores civiles y militares que a lo largo de 4 años han contribuido a que por fin haya en Colombia esperanzas de paz. Envidia mal disimulada, por no haber logrado lo que se acaba de lograr, es lo que hierve en el corazón de esos críticos que no toleran éxitos que no sean los suyos.
Actitud muy distinta asumió el expresidente Belisario Betancur, quien, sin buscarlo y sin desearlo, dio ejemplo de dignidad y de desinterés al no querer aparecer como más importante por haber sido el primer presidente que se acercó a los guerrilleros para buscar la paz de común acuerdo.
Que la pesada en el mundo empresarial diga que “tener un país sin Farc es la mejor noticia”, que “es un anuncio muy positivo que nos devuelve la esperanza”, que “la convivencia pacífica traerá prosperidad y oportunidades”, que “todo lo que sea silenciar los fusiles es bienvenido” confirma lo que dijo el presidente Santos: “Por fin la paz se hizo posible”.
Lucy Nieto de Samper
lucynietods@gmail.com
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