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No nos amenace, señor Presidente

Ya no son solo las Farc las que nos amenazan. Ahora es también el Presidente.

JUAN LOZANO
Estábamos acostumbrados a que las Farc nos amenazaran con proclamas terroristas y consignas de muerte para generar terror. A lo que no estábamos acostumbrados era a que esas amenazas vinieran del propio Presidente de la República. Con esas declaraciones inaceptables, más parecía un intimidante portavoz de las Farc que el jefe de Estado que juró defender a su pueblo.
De la declaración de Santos se desprenden cuatro inquietantes conclusiones:
1) Así como se han multiplicado los cultivos ilícitos de las Farc durante la negociación, se han tonificado sus redes de terrorismo urbano dejándolas a punto para amedrentar o asesinar cuando así lo requieran. Un informe divulgado por Blu Radio el viernes lo confirma.
2) La voluntad de paz que las Farc proclaman en este terreno consiste en no ejecutar actos terroristas, siempre que el Gobierno acepte sumiso sus pretensiones porque de lo contrario reactivan su accionar terrorista. La documentada columna de Jaime Castro publicada ayer en este diario así lo prueba.
3) Las Fuerzas Armadas han sido paralizadas, pues no se puede contrariar a las Farc mientras dure este cese bilateral de hecho, durante el cual la guerrilla prepara su ofensiva urbana y multiplica su emporio narcotraficante. ¿Por qué no han desmantelado esas redes urbanas? ¿Por qué no han hecho nada para evitarlo? ¿Por qué, si lo sabe, Santos lo ha tolerado?
4) El Ministerio de Defensa, desde cuando Juan Carlos Pinzón lo convirtió en apéndice obsecuente de la mesa de Cuba camuflado con retórica guerrerista, ha perdido su credibilidad. Sus más memorables actuaciones recientes se agrupan en dos bloques: cuando Villegas rectifica a Santos y cuando Santos rectifica a Villegas.
Si esto sigue así, el plebiscito será un mecanismo tramposo, intimidatorio y sin garantías. Cuatro evidencias son contundentes:
1) Los pupitrazos de las mayorías parlamentarias eliminaron por solicitud del Gobierno las garantías para el debate democrático, equitativo y pacífico. Se eliminó la financiación para el voto en blanco y el ‘no’, se mantuvo intacta la multimillonaria propaganda estatal y no se estableció ninguna norma análoga a la Ley de Garantías, que en todo caso debería regir.
2) La ponencia de validación constitucional en la Corte sobre el plebiscito no solo acepta el irrisorio 13 % como umbral, sino que se queda corta en materia de exigencias democráticas para que este mecanismo no sea una peligrosa fachada convalidatoria sin legitimidad ciudadana y sometida al proselitismo armado de las Farc.
3) En el fondo, aunque la ponencia se haya escrito de buena fe, genera un efecto perverso para Colombia, pues tolera el abuso de poder, el desequilibrio democrático y el rompimiento del juego limpio.
4) Santos deja solo dos caminos. El ‘sí’ o la apocalipsis y la muerte. Aunque sea una confesión de su parte sobre el fracaso estrepitoso de sus ministros de Defensa y su política de seguridad, Santos lo usa con tal de ganar el plebiscito. Todo vale. Como bien se pregunta Juan Carlos Pastrana, si las Farc no aceptan un resultado adverso porque desatarían la guerra urbana... ¿para qué plebiscito?
Diga lo que diga el acuerdo final, si no se adoptan correctivos inmediatos, en las condiciones en las que están tramitando el plebiscito Santos con su amenaza, las Farc con su aparato urbano de muerte, Villegas metiendo a la Fuerza Pública a la campaña del ‘sí’ y la Corte con su ponencia, se podrían derivar cuatro efectos devastadores.
1) La tal refrendación popular no sería popular ni sería refrendación. 2) El plebiscito no uniría al país sino que lo dividiría más. 3) El plebiscito se reduciría a un costoso papelón gobiernista carente de legitimidad. 4) El resultado del plebiscito no podría ser aceptado como concluyente.
Ojalá recapaciten y enderecen el proceso para no conducir al país a una nueva ilusión fugaz, a una nueva frustración.
JUAN LOZANO
JUAN LOZANO
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