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No alinear a los corruptos

Hay que votar a conciencia, por el que juegue limpio. Los corruptos, que jueguen en la 'picoteira'.

Luis Noé Ochoa
‘Ganamos sufriendo’ es una frase que podríamos patentar como colombiana, como el ajiaco, o como la envidia, o como esa otra de ‘nos salvamos de arepa’. Es decir, ‘nada es completo en la Tierra’. Esta se la escuché en estos días a un marciano, ahora que desde Marte nos hacen fieros con el agua.
El hecho es que empezó la eliminatoria al Mundial de Rusia y le ganamos a Perú, rival directo. Todo salió bien, no le pongamos pegas; ¡ganamos!, tenemos los primeros tres puntos y vienen cosas grandes. “Ya retomaremos el buen juego”, dijo el sencillo Pékerman.
El mismo Ricardo Gareca, altivo, comentó que la Selección Colombia es una realidad, un equipo maduro y respetable. Se jugó lento, a ratos parecía un partido de la tercera edad, pero es que estábamos a 40 grados, donde el balón sacaba la lengua y sudaban hasta los palos de arco.
Si sigue el fenómeno del Niño, ¿no será mejor jugar un par de partidos en Bogotá? Aquí llenamos El Campín. Si quieren, queridos curramberos, aquí gritamos “’erda, golazo”, y “viva Colombia, no joda, caray”... Ahí les dejo ese balón, ajá.
La selección es un referente de unidad, que nos hace olvidar por momentos de tantas tensiones, preocupaciones y tristezas. Digo por momentos porque hay otros partidos que se juega el país todos los días. El de la paz, por ejemplo, al que algunos de los barrabravas le hacen zancadilla: solo quieren ver a los del otro equipo tras las rejas, antes que en los estadios de la democracia, con un país tranquilo.
Pero Colombia, en la B de la política, se juega un partido vital el 25 de octubre. Vamos a elegir a 32 gobernadores, a 1.101 alcaldes, 12.065 concejales, 418 diputados, 6.600 ediles. Y en estos comicios está la clave, más cuando viene el posconflicto. Pero, tristemente, muchos juegan en el Atlético Corrupteiro. Es una vergüenza.
La trashumancia electoral y la compra de votos son viejas, como la misma política. Lo que pasa es que cada vez hay mayor descaro. Creo que desde cuando se votaba metiendo el dedo viene aquella frase de prometer para meter; y después de haber metido, nada de lo prometido.
Hay varias maneras de comprar el voto. Una, el famoso TLC: teja, ladrillo y cemento. Otra, el caca: ofrecer caminos y carreteras. Está también el cuca: cupos y casas. Está el teta: tejas y tanques. En Santander se habla del pipí: piquete con pipitoria.
Pero la compra de votos en efectivo mueve millones. La Misión de Observación Electoral (MOE) informa que en Atlántico se mueven unos 40.000 millones de pesos en corrupción electoral. Que en Candelaria pagan hasta 500.000 por un voto. Y en muchas regiones los hay de 20.000, 40.000, 50.000, 200.000, depende del marrano.
El panorama es tenebroso, pues miles de aspirantes tienen problemas con la justicia. Entre ellos, 2.817 por narcotráfico y 822 a los que les gusta la música y que están acusados de concierto para delinquir; más de 1.000 por tráfico y porte ilegal de armas. Por fortuna, en esta ocasión las autoridades están actuando. Más de 1’600.000 cédulas inscritas fueron anuladas.
La herramienta más poderosa contra los malos políticos está en nuestras manos. Cada uno de nosotros somos directores técnicos, pues tenemos el poder de poner y quitar jugadores. Piense, elector, en que quien le compra el voto es una persona no fiable, un pícaro, y llegará a recuperar su plata con los dineros de un acueducto, de las vías que le prometió, de sus hijos. Usted es cómplice del peor autogol que nos hacemos. Hay que votar a conciencia, por el que juegue limpio. Los corruptos fuera de las canchas, que jueguen en la ‘picoteira’.
Luis Noé Ochoa
luioch@eltiempo.com
Luis Noé Ochoa
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