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Locomotora con motor de moto

En países competitivos, el soporte de la innovación es la investigación científica.

La “locomotora de la innovación”, una de las cinco que iban a impulsar al país en el primer periodo del presidente Santos, nunca arrancó y ya hace un buen rato que no se menciona; pasó al cuarto de los trastos viejos, sin que la estrenáramos. La razón por la cual no arrancó fue que le pusieron un motor de motocicleta: hizo algo de ruido y se apagó.
La recordamos hoy con la propuesta de presupuesto nacional para el 2018. En países competitivos, el soporte de la innovación es la investigación científica. Es ella la que origina innovaciones radicales. Nosotros, por cuarto año consecutivo, redujimos sus recursos. Aunque el Presidente dijo que en política “el amor se ve en el presupuesto”, Colciencias recibirá apenas 220.000 millones de pesos; un dólar y medio por ciudadano. La inversión anual en ciencia y tecnología de Estados Unidos y de la mayoría de los países europeos está por encima de los 1.400 dólares por persona; Singapur llega a los 1.800 ¡Cómo los aman a ellos!
El ministro de Hacienda dijo que toca ser más eficientes para compensar la reducción en recursos. Nos tocará ser unas mil veces más eficientes que los europeos, asiáticos y americanos. No parece una recomendación realista. Seguimos con una inversión en I+D (el indicador para ciencia y tecnología) del 0,2 por ciento del PIB, apenas el 10% del promedio de los países de la Ocde, club elegante al que el país se quiere vincular.
Para empeorar, Colciencias tiene comprometida la mayor parte de esos recursos en becas ya asignadas. Becas a doctores que formamos, pero a quienes les negamos un futuro acá porque no construimos nuevos lugares de trabajo, y ni siquiera podremos financiar los magros proyectos que hasta ahora se vienen ejecutando.

Que el lector imagine un escenario hipotético en el que esté apretado económicamente. ¿Suspendería por un par de años el colegio de sus hijos?

Por tres años seguidos, el Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología ha reportado una disminución en el número de investigadores activos. Los mayores de 60 años disminuyen lentamente (por razones biológicas), pero el número de investigadores jóvenes está cayendo drásticamente. Un indicador de esos, en un régimen parlamentario, hubiera dado para voto de desconfianza y conmoción en el Gobierno. Acá lo ignoramos, año tras año, en una exhibición soberbia de la política del avestruz.
Que el lector imagine un escenario hipotético en el que esté apretado económicamente. ¿Suspendería por un par de años el colegio de sus hijos? Seguramente, no, porque sabe que hay una alta probabilidad de que después no retomen sus estudios y pongan en peligro su futuro. Es exactamente lo que nos pasa. Los grupos de investigación deben trabajar muy duramente para tener una presencia en la comunidad mundial de investigadores, para poder plantear problemas en alguna de las fronteras del conocimiento e intentar dar respuestas originales. Dos o tres años de desfinanciamiento los devolverán al punto de partida. Muchos cambiarán de tarea, algunos decidirán retomarla, pero en otro lado, donde tengan mejores posibilidades de que a su esfuerzo se le dé continuidad.
En la mayoría de países (incluso de nuestra región) hay varios fondos alternos para el financiamiento de la ciencia. Algunos de ellos se sobreponen y hasta son redundantes (lo que a nosotros nos parece desperdiciador, aunque allá hayan demostrado gran éxito). En Colombia, en la práctica, solo existe Colciencias para financiar a la mayoría de las disciplinas científicas. Hubo esperanzas con los recursos de regalías, pero se vieron frustradas por una reglamentación inconveniente, por lo que nos dijo la Contraloría, y por el reciente traslado de más de un billón de pesos a vías terciarias. La señal que se nos da con esto es que nos dediquemos a sembrar y a extraer y, como dijo Unamuno, “que inventen los ingleses”.
MOISÉS WASSERMAN
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